martes, 30 de julio de 2013

Las desgracias de Somál.

Capítulo IX.

Un pequeño callejón a dos cuadras de la antigua iglesia que había sido quemada 10 años atrás estaba totalmente oscuro, no podías verte la mano frente a tus ojos. La luna solo iluminaba una abertura en la pared por la que solo un hombre pasaría.

- Debemos salir en silencio, en este lugar nadie nos verá. Además con el nuevo toque de queda nadie sale de su casa a estas horas. Ya son las 10 pm; los oficiales de la GESTAPO no se acercan a este callejón.- dice una voz grave con un acento extraño, casi no se puede entender.

- Sí, entiendo, pero apresúrate de igual forma y baja la voz. una voz de mujer, melodiosa.

- Venga, muevan sus piernas.- otro hombre, su voz era más alemana, más grave y con acento.

Yo estaba en la entrada del callejón, tenía mi lumper en mano y  prestaba mucha atención a lo que sucedía.

- Venga, por aquí.- dijo la voz de mujer.

Se acercaban poco a poco, me pegué un poco más a la pared y quité el seguro de la lumper.

- Aguarden.- dijo el de acento alemán.- ¿Escucharon?

Guardé la lumper y me escondí tras un samán grande del otro lado de la calle. El hombre alemán, de cabello negro y ojos verdes, llevaba una mini uzi en su mano derecha y en la izquierda una linterna apagada. Detrás iba una señorita rubia, muy hermosa, me parce conocida. Ninguno de los dos parece peligroso, pero ¿por qué andan en cuclillas y se esconden de la GESTAPO?. De hecho el hombre de cabello negro lleva un uniforme de del Ejercito.
Mini uzi.
Faltaba el segundo hombre, el primero que escuché hablar. Seguía escondido en la oscuridad, no veía nada de él. Algo si era curioso, al hombre alemán y la mujer rubia los logré detectar antes de que salieran de la oscuridad del callejón, su piel blanca resaltaba. El segundo hombre que permanecía escondido debía ser negro, no lograba ver anda, ni siquiera sus ojos.

Los dos que salieron primero del callejón se de tuvieron y el coronel, lo supe por sus medallas, guardó su mini uzi bajo su gabardina. La señorita llevaba un vestido negro hasta sus rodillas y una gabardina negra también hasta los tobillos. Vieron a los lados, ninguno lograba verme desde allí.

- Venga, Sandro, sal, no hay nadie.- dice la mujer.

Del callejón salió un hombre negro, como predije. Llevaba una camisa de a cuadros negra y un pantalón negro, iba descalzo. Siguieron el camino por la acera, pasaron entre dos puestos de perro caliente y demás comida chatarra y cruzaron un par de puentes mal hechos, debieron andar de puntillas y muy despacio ya que los puentes sonaban horrible. Yo los seguía pero guardando espacio.

Caminaron unos minutas más y llegaron a un viejo liceo a una cuadra de la bomba de gasolina de Tacarigua. Tocaron 5 veces el portón grande y luego de  minutos se abrió una puerta por donde cruzaron. Los perdí, me dije.

No fue así, recordé cuando de niño recorría todas estas calles y que entraba varias veces a este liceo católico donde el cura me regalaba agua fresca. Nunca entraba por la puerta. Me devolví hasta el último puente de hierro que habían cruzado los extraños y antes de cruzar me desvíe por el trozo de tierra que quedaba entre la pared y la canal de aguas negras. Excelente, aún estaban los agujeros en los bloques, escalé y salté la pared. Al caer ya me estaban esperando. Tenía la mini uzi en la espalda.

- Susan, ponle la venda en los ojos.- dice el de acento alemán.- Vamos, muévete.

Me llevaron por un piso de tierra, luego por uno de concreto, era liso, lo recuerdo bien. Caminamos unos 3 o 5 minutos, deben haberme llevado al salón del final de la segunda hilera. Este liceo es un terreno inmenso y solo tiene dos hileras de salones, cada hilera de unos 10 salones. Nadie decía nada, no podría decir cuantos hombres iban tras de mí, solo sabía que delante iba la mujer llamada Susan, lo sabía por sus tacones, y a mi lado el hombre alemán que me apretaba el costado con su mini uzi.

Me sentaron en una silla, delante tenía una mesa.

- ¿Quién demonios eres muchacho?.- me preguntó el hombre alemán. Debía darle un nombre, ¿pero cual?

- Arnold Hofferman.- decidí  darle el apellido de herr Rodolf, tal vez me ayude. Escuché unos susurros.

- ¿Eres oficial de las SS?

- Cadete.- no daría respuestas largas.

- ¿Qué edad tienes?

- 17 años.

- ¿Por qué nos seguías? ¿Fuiste tú quien hizo ruido en el callejón, cierto?

- Curiosidad. Sí.- se estaban impacientando, lo notaba por su respiración.- ¿Por qué me han traído al último salón de la segunda hilera del "Cisama", sede de varones de la U. E. "María Virgen Misionera"?.- quería que supieran que conozco el lugar.- Ubicado atrás de la antigua iglesia quemada hace 10 años, quizá más.

- Venga, quiten le la cinta de los ojos.- esta vez hablo el negro del callejón.- Alguien que sepa todo eso debe ser de por aquí.

Me quitaron la cinta. Sólo estaban los dos hombres, el alemán y el negro. en la puerta pude ver a un guardia con una M- 16 en sus manos.
M- 16.

- Entonces, Arnold. Cadete de las SS y con 17 años. Conozco tu apellido, por aquí tuvimos un coronel en jefe con ese apellido. ¿res su hijo?.- me dijo el alemán.

- No soy su hijo. Herr Rodolf me dejó su apellido además de su herencia.- dije.- Creo merecer saber vuestros nombres, ¿o no?

- No veo porque no dártelos, yo soy Manolo.- dice con orgullo.- Él es Gabriel.- me dijo señalando al hombre negro a quien veo con asco.- Uhm, ¿quisieras sacar tu lumper y atravesarle el cráneo, no?

- Exactamente, eso es escoria.- dije.- ¿Eres alemán?

- No, Arnold, soy italiano, pero vive mucho tiempo en Alemania. Luego vine aquí a cumplir una tarea.

- ¿Y qué tarea es esa?

- Liberar  a América de las manos del Tercer Reich y Hitler.

Quedé en silencio pensando, ¿por qué alguien que sirve al Ejercito querría traicionar a su Führer?.

- Arnold, sirvo al Ejercito d infantería, soy comandante en  jefe, sustituto de herr Rodolf, de infantería y de aviación. Tengo a mi subordinación a más de 5 mil hombres que darían su vida por mi, no por Hitler, sino por mí. su lealtad está en mí y no en un Estado represor. Estás en presencia del líder blanco de la liberación continental de América y del líder negro de la liberación de los esclavos negros de América. Afuera hay un guardia, Henry, antes soldado protector de fräu Karla Vonfrist en las cámaras de gas que están al norte de Valencia.- dice el C/J Manolo. Ha mencionado a Henry, ¿será el mismo que conozco?.- La señorita rubia que has visto con nosotros es Susan, líder de la liberación de judíos, homosexuales y demás pueblos oprimidos de América, excepción hecha de los negros (que son tarea de Gabriel). ¿logras entenderme?.- mi mente maquina rápido.

- Sí, entiendo. Pero, explíquenme ¿por qué se rebelan ante un Estado que les da todo a Ud y la señorita Susan?

- Porque no nos dan todo, nos reprimen igual que al resto de la población, no podemos hablar ni decir nada en contra de ellos. Asesinaron a toda mi familia hace 5 años, sin saber que eran mi familia. La señorita Susan lo hace por convicción, descubrió hace poco que sus padres fueron fusilados en 1970, eran miembros activos de la resistencia formada luego de que el General Marcos Pérez Jimenes fuese ahorcado por los alemanes que ocuparon Venezuela en 1958. Y no hace falta decir porqué Gabriel lucha, supongo tienes eso claro, Arnold.

- Comprendo, pero ese negro debería estar muerto, o trabajando en los campos de azúcar.

- Sácate esa idea de la cabeza, muchacho. Desde pequeños nos metieron en la mente que los negros era basura y que no tenían derecho, una idea basada en que todos son impuros, de raza inferior, animales, simios e incontables calificativos más. Todo es mentira, Hitler llegó con ese ideal hace años ya el hombre chochea, sus discursos son dados por su hijo mayor, extrañamente idéntico. Debes olvidarte de eso, te daré una oportunidad.- le hizo una seña a Gabriel para que me desatara las manos.- Únete a nosotros, aprenderás mucho y estarás bajo mi cuidado.

Gabriel me desató, empezaba a pensar, nunca había visto a un negro actuar mal realmente, de hecho los que veía actuando mal eran los franceses, a veces algún judío, y hasta los mismos alemanes. Tal vez manolo tiene razón, debo cambiar, el ser como soy ahora hizo que Karla se suicidara, hizo que matara a fräu Karla mientras me la follaba, ¿qué demonios había hecho?. Recuerdo a Somál y lo veo tan distante.Solo podía echar la culpa a una persona, herr Rodolf, su odio me había  bañado y luego fräu Karla me terminó de bañar en su odio. Karla tenía razón, no debíamos odiar a nadie por su color, no debíamos matar a nadie ni esclavizarlo, pro era tarde, había asesinado a un francés por sobrepasarse con Karla y a fräu Karla por odio y rabia. Debía aceptar la propuesta de Manolo.

- Está bien, acepto. Pero debo decirles algo.- empecé por decirles que mi nombre era Somál, que el nombre que les dí me lo puso herr Rodolf hace más de 11 años, cuando me rescató en la calle Majagüal cerca de los campos de azúcar. Les conté que antes viví en las calles de Tacarigua, en la grieta frente a la bodega del viejo Karl.- Por cierto, ¿que ha sido del anciano Karl? ¿Aún vive?.- pregunté.

- Sí, es un anciano duro.- me respondió Gabriel.

- Que bien, deseo darle mis saludos y agradecimientos.

- Somál.- me dice Manolo.- ¿está bien que te llame así?

- Sí, no me interesa.- recordé que de niño nunca me importó como me llamaran.

- Está bien, Somál, supongo debes volver a la academia de las SS pronto, ¿dónde estás alistado?

- Luego de que herr Rodolf me llevara a su casa, al día siguiente fue a Caracas, dejándome sólo.- decidí seguir al historia, ya llegaría a la respuesta de su pregunta.- Yo tenía unos seis años, me fui al norte sin rumbo y conseguí las cámaras de gas, allí conocí a fräu Karla Vonfrist, creo que usted la mencionó hace poco. Con fräu Karla aprendí todo lo que sé ahora, sobre el exterminio de los sodomitas, judíos y negros,con su perdón Gabriel.- me hizo un ademán para que continuara.- Bien, no sólo eso, fräu Karla me enseñó muchas cosas sexuales.

Manolo hizo entrar al guardia de nombre Henry. Tenía razón, era herr Henry, el soldado amante de fräu Karla.

- Oh, Arnold, eras tú.- me dijo.

- ¿Lo conoces, Henry?.- le preguntó Manolo.

- Sí, señor. Era el protegido de fräu Karla, ¿recuerda? El chico de quien le hable hace años.

- Oh, bueno, su nombre es Somál, llamale así.- dijo Manolo.- Bien, continua Somál.

- Bueno, ahora que está usted aquí Henry. ¿Recuerda cuando torturó a  aquel sodomita frente a mí; para luego follarse a fräu Karla también frente a mí?.

- Sí, por supuesto.- dijo.

- Bien, con el tiempo, herr Rodolf volvió de Caracas y nos encontramos en las cámaras de gas. Eso fue el día de mi cumpleaños numero siete. Ese día vi a fräu Karla y herr Rodolf follando sobre una mesa de madera en una carpa. Más bien me obligaron.- bajé la mirada.- Luego con el tiempo me mandaron a Caracas con una niña llamada Karla, desde entonces pasaron 10 años, Karla y yo estudiamos juntos y vivimos juntos, ella murió hace dos días.- no daría detalles.- Yo volvía de la academia de las SS y la encontré muerta. En la academia me dieron 5 meses libres, así que volví a Valencia. Ayer le vi herr Henry, en las cámaras. Yo visité a fräu Karla, antes de venir aquí.

- Entonces has de saber que está muerta, ¿no?- me preguntó.

- Sí, claro.- le miré a los ojos y sonreí.

- Fue asesinada luego de ser violada, Manolo.- le dijo Henry a Manolo, quien me veía sin parpadear.

Manolo me siguió observando, yo le sostuvo la mirada, sonreía. Él no, el estaba serio. Gabriel tomó una silla y se sentó en la esquina del salón. Henry seguía a mi lado.

- Gabriel, Henry, salgan. Espérenme afuera.- dijo Manolo.

Los dos hombres salieron y yo seguía con la vista fija en la mirada de Manolo.

- Dime, Somál, ¿fuiste tú quien asesinó a fräu Karla?

- Claro.- la respuesta salió sola y sin filtro alguno.

- Entiendo. Supongo no sabías que ella estaba trabajando con nosotros desde hace 5 años.

- No sabía, fue cosa del acto, Manolo.- dije.- Ella era idéntica a mi Karla en Caracas, la vi sonriéndome y la tome para follarla, mientras lo hacíamos sentí un odio inmenso por mi Karla, por haber muerto,  sin darme cuenta estrangulé a fräu Karla.

- ¿Por qué odio hacia la niña Karla? ¿No fue asesinada? No es tu culpa eso, Somál.

Este hombre me produce confianza, así que le conté toda la verdad de Karla y yo en Caracas.

- Ahora entiendo todo. Y tranquilo, nadie sabrá esto.- me dijo, ahora sonriendo.

- Está bien.

- Somál, haré una llamada mañana desde mi oficina en el comando, serás transferido a la academia de las SS aquí en Tacarigua. Diré que eres el hijo de mi buen amigo y predecesor herr Rodolf. ¿Estás dispuesto a trabajar para mí y hacer lo posible para lograr el mando en las SS de Tacarigua?

- Haré todo lo posible.
La señorita que curó a Somál. 

Esa madrugada me llevaron a una carpa entre los árboles de mango atrás de la segunda hilera de salones. Allí una señorita de cabello negro y nariz respingona me curó las heridas que fräu Karla me había hecho en la espalda, luego hicimos el amor y comimos. Ella se fue y yo dormí perfectamente. 

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