Uno
solo va por ahí, moribundo, con un cigarrillo en la boca y un pensamiento
macabro en la mente. Recorriendo las calles de una ciudad que no resiste un
peatón más, de un pueblo que no resiste un golpe más. Uno solo piensa en irse,
huir, en que la vida ha sido dura, en que no tengo memoria de los primeros 14
años, en que ya es 2014 y que el 2010 fue un duro año para la vida, y una
suerte demoniaca para la muerte. Solo pienso que no se debe escribir sobre la
vida, que la muerte es más importante, que los sueños se tratan de ello, de
rondar por las calles de una ciudad muerta, andar moribundo y no pensar en más
que el suicidio. En que un cigarrillo es eso, un suicidio lento, discar
lentamente el número eterno de la muerte, en que una caja diaria es una aceleración
de este suicidio anunciado. Uno solo piensa en que un apellido bien nombrado no
vale más que lo que quedará en la lápida de arena que seguro olvidarán los que
aun sueñan con vivir. Molinatti nunca ha sido mi apellido, no me pertenece, yo
le pertenezco a él, a este ente supremo que marca cada identidad de mis
ancestros y de mis, si habrá alguno, descendientes.
Uno
solo va y piensa, piensa y va, después de todo es eso, pensar en donde ir para
huir, pero nunca es suficiente, siempre hay alguien, una persona que te frena,
que te dice que está bien y que no, una moralidad que va bien con los curas
pero no con uno, porque Cortázar tuvo razón, dejamos que un rio metafísico nos
lleve, y solo seguimos una corriente que termina en muerte, en suicidio.
Solo
quería escribir algo que no siguiera el rumbo de este rio metafísico, no se
asusten, el suicidio es solo una metáfora, lo más cerca que he estado de él es
en cada calada de un buen Marlboro. Pero nunca es suficiente, y aparece una
nueva persona que te detiene y te hace pensar en “vivir todo”, en retroceder un
poco, 4 años, y pensar que una vez quisiste vivir todo con alguien más, pero
este otro logró suicidarse con caladas de cigarrillos reciclados. Entonces
decaes y piensas y vas, y vienes y piensas, porque no sabes si dar el paso
decisivo y romperle el alma a besos, a abrazos de vida, no de muerte, a dejar
de suicidarte lentamente, detener el discado de un teléfono imaginario que solo
existe en mis sueños.
Pero
juré, uno solo juró, que nunca más pensaría en la vida – he roto ese juramento
conmigo mismo-, y solo piensas esperar y morir la muerte con ella. Porque solo
así sabes que estarás junto a ella por siempre, sin rencores, sin tristezas,
sin vida, sin alegrías, sin odio, sin amor, sin todos esos aires de grandeza
que hacen daño, sin apellidos, sin ser de nadie y siendo de todos.
Lo
más lógico es seguir andando por las calles de la ciudad muerta, moribundo,
pero solo pienso en huir, es huir de un mundo siniestro, rogarle a ella que no
me deje hacerlo, para así hacerlo aún más rápido y saber que algún día volveré
y ella me esperará, porque no hay tren, avión, auto o motocicleta que pueda
matarme como el cigarrillo y ella lo hacen, porque le quiero y uno solo quiere
eso. Después de todo, cigarros y mujeres son un suicidio anunciado.