jueves, 8 de agosto de 2013

Las desgracias de Somál.

Capítulo XIV.

Santino Sinatra le disparó a Sandro en el hombro, con una precisión de miedo, causando que cayera al piso y que Susana se lanzara a un lado, recostándose en el rincón de la habitación. Sandro intentó sacar su arma pero Santino le disparó a su mano provocando que soltara el arma. 

- Con que intentabas meter estos dos deditos dentro de la señorita, eh.- dijo Santino tomando a Sandro por el dedo indice y el medio- los de la mano que no le sangraba por el disparo-, colocando ambos sobre la mesa.- Esto le sucede aquí a los que abusan de las damas.- sacando un cuchillo de su bolsillo, cortó lentamente los dedos de Sandro, quien gritaba con horror.- No grites, más bien alégrate de que no usaste tu pene. 

Susana estaba horrorizada en el suelo, llorando, era la segunda vez desde que llegamos a Panamá que abusaban de ella. 

- Tú debes ser el joven Somál, ¿no? 

- Sí, ¿y usted es?.-dije.

- Santino Sinatra, a su servicio.- se me acercó y me desató.- Lamento esto, al menos llegué rápido. hace dos horas encontramos a Paolo, el hombre que los llevó del avión a la limosina, le hicimos hablar y nos dijo de este escondite. Venga, debemos registrar el lugar, debemos ver si encontramos las damas que fueron secuestradas hace 2 semanas, según Paolo están aquí. 

Santino le dio ropa a Susana, amarró de las muñecas a Sandro y le hizo caminar apuntándole con su arma en el cráneo. Caminamos por un pasillo iluminado, las paredes estaban manchadas de sangre y otras sustancias, algunas parecían semen. Caminamos por 10 minutos, este lugar parece ser grande. 

De repente se escucharon unos gritos ahogados, salían por debajo de una puerta al final del pasillo. Al entrar encontramos al menos 5 mujeres desnudas, amarradas con cadenas, sentadas en el piso.

Estaban sudorosas y algunas manchadas de sangre. Sandro sonrió, lo cual le costó un golpe con la culata del arma de Santino. En el pequeño cuarto donde estaban las mujeres encadenadas había una ducha, las paredes eran rojas, pero por tanta sangre que había caído. 

- Viven como animales estos negros, pobres señoritas.- dijo Santino.- Venga, Somál, desata a todas y Susan, usted llévelas afuera, allá están mis hombres; vaya con ellos, llevaran a todas a casa de mi padre, allá estarán bien. No se preocupe, en cuanto vuelva con Somál ustedes volverán a Venezuela. Tome.

Le entregó una mini- uzi y Susana se fue con las 5 mujeres. 

- Ahora, tú, Sandro, lamento esto, pero debes pagar.- dijo.- vamos, entra a la ducha. Arrodíllate. 

De un solo tiro con el arma de Santino el cráneo de Sandro se abrió y dejo correr toda su sangre, el maldito negro de Sandro Pucholini yacía muerto en la ducha. Santino se limpió un poco la sangre y salimos del lugar. 

Santino y yo salimos de aquellos túneles ya vacíos. Susana y las 5 mujeres habían ido ya a casa de Don Sinatra, nosotros debíamos visitar a alguien más. 

- Su nombre es Romero Tsrovanok.- me dijo Santino sonriendo.- Es un pro nazi que no hemos podido meter preso ni fusilar, no hemos podido ligarlo a ningún crimen, pero Paolo nos ha confirmado que la señorita Isabelle era su servidora, Tsrovanok pagó para que te asesinara a ti y a la señorita Susan. Iremos a hacerle una visita, tiene una casa a las orillas de un río que pasa entre los bosques del sur, venga, vamos.

Luego de 2 horas de viaje en un Mustang '60, llegamos a el lindero de un bosque muy verde y tupido. Caminamos desde allí un kilómetro y llegamos a una cabaña. La bandera nazi hondeaba junto a la del Panamá en la entrada. Sin pensarlo, Santino tumbó la puerta y disparo 3 veces, los 3 guardias de Romero  Tsrovanok estaban muertos en menos de 5 segundos. 

- Eres nuestro ya Romero, ¿cómo has estado?.- dijo Santino sonriendo. 

- Ah, el joven Santino. Todo iba bien hasta que irrumpiste...- hizo una pausa y me miró.- Mira, mira, ¿a quién tenemos aquí?

- Nada más y nada menos que a Somál, o como le conoces, Arnold Hofferman. 

- Buenas tardes, señor Tsrovanok.- dije con cordialidad. 

- Y buenas noches también.- Santino disparó sin pensarlo 5 balas sobre el cuerpo de Tsrovanok y una sexta bala en su cabeza.- Nuestro trabajo está hecho, Somál. Sólo debemos echarlos al río, eso los llevará al mar. 

Tomamos a los 4 cuerpos y los arrastramos al río. A los 3 guarda espaldas los lanzamos primero; a Romero Tsrovanok Santino lo retuvo.

- Este déjamelo a mí.- dijo. 

Lo tomó de cuello y le dio la vuelta. Sacó su cuchillo y lo pasó fuertemente por cada extremidad de Tsrovanok, cortandoselas. Luego cortó su cuello, separando su cabeza del torso. Tomó una bolsa negra de basura de su bolsillo y metió todas las extremidades, el torso y la cabeza. Su rostro estaba lleno de sangre. 

- Listo, esto es todo. Llevemos esta bolsa a mi padre, le gustará verlo. 

- ¿Cortarlo era necesario?.-pregunté asqueado. 

- Sí, ¿sino como lo meteríamos en la maleta del Mustang?.- soltó una carcajada corta. 

Al llegar a casa de Don Sinatra, fui directo hacia Susan y la abracé con fuerza, estaba bien, algo aturdida pero bien. 

Tomados de la mano esperamos por el Don quien conversaba con su hijo afuera, imagino le mostraba la bolsa y el cadáver. Luego entró a la oficina con su hijo y os hizo pasar. 

- Tenemos noticias para usted, Somál.- me dijo y lanzó un diario de nombre "El verídico" sobre el escritorio.- Lea el titular principal. 

Decía: "El Führer de Alemania anuncia la creación de la ciudad de 'Nuevo Berlín' en la antigua Caracas"; más abajo ponía otro titular que decía "Nueva Jerusalen da la batalla y vence a los alemanes en Argentina, las tropas del Führer se retiran a las Malvinas".

- Como verá en el primer titular, Hitler viajará a Venezuela a fundar Nueva Berlín.- dijo.- Santino volverá a Venezuela con ustedes, primero viajaran a Brasil, allá se entrevistaran con un judío líder en la Nueva Jerusalen. Deben volver a Venezuela antes de que Hitler llegue, no deben permitir que este entre al país. Ya hablé con Manolo esta mañana, le informé que Gabriel es traidor y lo retendrá, además de fusilar a los negros del campo de azúcar donde Gabriel trabajaba. Le avisé sobre su ida a Brasil, al igual que a nuestro amigo el judío, ya les espera. Su avión sale al amanecer. Vayan al hotel, Santino les recogerá por la madrugada para llevarles al aeropuerto, ¿entienden?

- Sí, don Sinatra, todo entendido. Vamos, Susan.- dije, antes de salir pregunté.-  Don Sinatra, ¿qué hará con el cuerpo de Isabelle? Espero entienda mi preocupación. 

- Le comprendo bien, Somál. La señorita Isabelle será enterrada en el cementerio de la prisión, nadie sabrá de ella, no se preocupe. 

Susana y yo regresamos al hotel, donde nos encerramos en la habitación, allí comimos y allí nos quedamos. 

- ¿Puedes darme un masaje? Esos negros animales me dejaron adolorida.- me dijo. 

- Sí, claro. ¿Cómo negarme? Acuéstate en la cama.  


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