domingo, 4 de agosto de 2013

Las desgracias de Somál.

Capítulo XII.

Llevábamos una hora de viaje ninguno sin decir nada. Veía que Susan estaba muy tensa, no miraba si no de frente y se aferraba al posa brazos. 

- ¿Qué te sucede?.- dije.

- Odio volar, me aterra.- me dijo con voz temblorosa. 

Llamé a la aeromoza, que para mi sorpresa era la señorita que me había curado las heridas en la espalda que fräu Karla me había hecho. Le saludé con un guiño del ojo y le pedí un whisky doble para Susan,para sus nervios. Luego de 5 minutos se lo trajo y Susan lo bebió, no hizo efecto. 

- Venga, Susan, cálmate un poco.- y coloqué mi mano en su pierna.

Susan se estremeció un poco.

- Eso trato, Arnold.- debía llamarme así por si nos vigilaban.- No me ayudas en nada a calmarme.

- ¿Por qué dices eso?.- le pregunté mientras sobaba su muslo sin darme cuenta. 

Susan respiraba muy rápido, bajo su mirada como diciéndome que viera hacia abajo. Cuando miré me detuve, ella me dijo que siguiera, así que seguí entonces. Sin darme cuenta tenía a Susan encima, besándome. 

Era perfecto, sus labios estaban calientes y con sabor a whisky, besaba como quien besa a una musa, o sino se parece. Bajé mi mano y levanté su vestido, metí mi mano y moviendo sus bragas, húmedas ya, hacía un lado, le empecé a masturbar. Metí uno o tres dedos, no lo supe nunca, estaba muy excitado, mis dedos estaban muy babeados por su entre pierna y mis labios morados por su boca. Hice que un orgasmo calmara sus nervios, fueron 30 minutos de placer para ella y mucho cariño que sentí hacia ella para mí. Susan se durmió cinco minutos después, yo aún estaba excitado y mis dedos olían a ella y en mis oídos aún resonaban los gemidos de ella. 

Me levanté del asiento y fui al baño, debía masturbarme para calmarme yo. En el camino me topé con la señorita que me curó, la aeromoza, logré ver que su nombre era Isabelle. Ella noto que mi pantalón palpitaba y mis labios estaban morados, no dijo nada, solo bajo la mirada y se quitó de mi camino. Cuando llegué al baño me senté y en seguida empecé a masturbarme, luego de cinco minutos tocaron la puerta. Era Isabelle. 

- Herr Arnold, ¿está usted bien?.- pregunto con un fuerte acento británico. 

- Vete de aquí.- dije por lo bajo. 

La señorita abrió la puerta y dejó caer la toalla que llevaba en su mano. Cerró la puerta tras de sí y se agachó a recoger la puerta, yo estaba sentado con mi pene en las manos, y esta mujer me está poniendo sus nalgas en la cara, apretadas en una falda que quiere romperse, le haría el favor. Me levanté y la tomé de la cintura, saqué un puñal y le corté la falda para hacerlo más rápido, le quité sus bragas y sin su permiso empecé a follarla. Ella gemía mucho, tuve que taparle la boca con fuerza. Mientras le follaba, con el puñal le rompía su camisa apretada y sus senos saltaron al aire, no sé, pero no pude evitar tomar el puñal y pasar el frío acero por su cuello. Isabelle me veía con terror, seguro tenía una cara espeluznante, porque parecía que Isabelle quería correr y brincar del avión. Sin darme cuenta, cuando acabé, el impulso provocó que le atravesara el cuello con el puñal. Isabelle estaba muerta, de nuevo, un cuerpo de mujer yace muerto en mi manos. Sin saber que hacer me lavé las manos y me tiré al piso a llorar. Tenía miedo. 

Luego de dos horas más me decidí y salí del baño. Me senté de nuevo a un lado de Susan, debía decirle todo y rápido, sólo faltaban 40 minutos para aterrizar en la capital del Panamá. Así que le desperté y le conté todo.

- Arnold, por favor, ¿qué has hecho?.- el horror estaba en su voz.

- No fue  intencional, Susan, ¡lo juro!

- Te creo, te creo.- dice.- Oye, cambiando del tema, muy bien hecho eso de antes, eh. Me has relajado mucho.- se ruborizó. 

- No hay de qué, Susan.- le besé los labios con dulzura. 

Aterrizamos en Panamá y un hombre alto y d cabellera negra, piel cobriza y lentes de sol nos esperaba. Fuimos con él. 

Panamá parece ser hermosa, muy moderna, todo limpio, las gentes felices vestidas como quieran, caminando por doquier y comprando lo que quieran, era libres de hablar, reír, llorar, follar, hablar, abrazarse, verse, eran libres para todo. 

El hombre italiano nos hizo entrar en una limosína, él no subió. Enseguida tomamos asiento un hombre me golpeó y tomo a Susan para amarrarle los brazos y vendarle la boca. Cuando desperté del golpe, Susan y yo estábamos sentados uno al lado del otro, amordazados y con las manos atadas atrás. Un hombre italiano, pero más bajo que el otro, manejaba la limosina. Frente a nosotros, en un asiento en paralelo, estaba un hombre negro con cicatrices en la cara. 

- Oye, ustedes vienen a ver a los Sinatra, ¿no?.- su acento era extraño. Asentí con la cabeza.- Pues, no van a llegar, serán asesinados por mí, ¿cómo la ves?

No logré decir nada, vi la cara de terror de Susan, debía librarme con mi navaja pero necesito que el negro este se distraiga. 

- Pero, oye hombre, sería una lastima que este bombom se perdiera así no más.- dijo y se rió.- ¿Qué dices muñeca, nos divertimos? 

Empezó a rozar la mejilla de Susan y luego su cuello y de un tirón le rompió su camisa y de otro le quitó el sostén. Los senos de Susan era hermoso, hasta a mí me provocaron. Vi como ella presionó sus piernas.

- Vaya, parece que no quieres que busque allá abajo, muñeca.- dijo.- Eh, Micke, ¿qué dices si investigo?.- le dijo al conductor y ambos se rieron. 

Sin previo aviso le abrió las piernas a Susan y le quitó las bragas, le metió dos dedos y los empezó a mover dentro. Susan estaba roja y de vez en cuando parecía disfrutarlo. Yo ya estaba actuando, mi puñal estaba en mano y faltaba poco para liberarme. En el momento en que el negro se quiso bajar el pantalón aproveché y le calvé el puñal 3 veces en el cuello, y al conductor una vez en la parte trasera del cráneo. Abrí la puerta y tomé a Susan, nos lanzamos al campo y la limosina chocó contra un poste.

Susan estaba sudorosa y un poco manchada de barro, aún sin camisa ni sostén y sis sus bragas que habían quedado en la limosina. Ya le había soltado y quitado la mordaza, yo le vi y sin saber porqué ella me besó. Hicimos el amor en pleno campo, sin miedo a nada. La libertad se siente bien. 
Susan, saliendo de la ducha
del hotel. 


Aún debemos vernos con la Familia y ahora averiguar quienes eran esos hombres. Fuimos a un hotel, antes pasamos por una tienda para comprarle ropa a Susan, yo pagué por supuesto. Luego de cenar fuimos a vernos con la Familia, nos esperaban en una pequeña mansión en la cima de una colina. 

Entramos, era media noche ya. Lo primero en ver y oír fue sorprendente y hermoso. Una música, algo movida, se me metió al pecho, no estaba acostumbrado a ella, siempre he escuchado Mozart, Beethoven, Schubert y alguna canción de una tal Edith Piaf. 







Pero esta era asombrosa, el Jefe de la Familia nos esperaba en la escalera. 

Cuadro que se ve justo luego de
entrar a la mansión Sinatra. En él se
aprecia a Frank Sinatra, músico y
fundador de la Familia. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario