martes, 20 de agosto de 2013

Las desgracias de Somál.

Capítulo XVI.


Para darles una idea, estamos en el 15 de diciembre, pronto será navidad y nadie podrá celebrarlo. Nos iremos en pocos minutos a Bolivia, nos han dicho que Susan y yo debemos andarnos con cuidado, por nuestro color de cabello y piel, somo muy "alemanes" según nos han dicho. 

Poco tiempo he tenido para pensar, Paola no me deja mucho espacio, siempre está sobre mí, a Susan parece no importarle, solo nos mira de reojo y nos dirige la palabra poco. Santino siempre está solo, venga, es un poco extraño, no se fía de nadie y nunca suelta su mini uzi. 

Nos montamos en una camioneta, me quería ir enseguida de Brasil, el país es tan o más desarrollado que el hermoso Panamá, pero sus habitantes son marginales, egoístas y desagradables a la vista. La camioneta era grande, Santino conducía y a su lado iba Susan durmiendo, acababa de desayunar. Yo iba atrás con Paola, el espacio de atrás era grande; me fumaba un cigarrillo - últimamente fumaba luego de comer-  mientras Paola me hacía sexo oral, lo hace muy bien, pero me molesta que siempre quiera hacerlo. 

Eran 15 horas de viaje. Susan despertó cuando solo faltaban 2 horas, en ese momento yo iba aprender un cigarrillo, no lo hice para no molestarle. Santino le exclamó su admiración por su don de dormir donde sea, a modo de gracia, Susana le respondió que no es cosa difícil. 

- Eh, ustedes dos allá atrás, ¿cómo van?.- dijo luego. 

- Todo bien, Susan, de maravilla.- dije.

- Lo imagino, Paola lleva rato haciéndotelo.- y soltó una risa. 

Era cierto, yo estaba recostado de la pared del carro y Paola estaba sentada de frente sobre mi regazo abrazándome, parecía estar dormida, la verdad era que estaba moviendo su cintura mientras yo estaba dentro de ella. ¿Cómo se dio cuenta Susan? 

Ya estábamos en Bolivia, faltarían dos horas más para llegar al campamento mayor. Al pasar por la frontera los guardias nos miraron, a Susan y a mí, con desprecio. A Santino hasta le ofrecieron cigarros, le llamaron Don Sinatra, su respeto llegaba incluso a estos lugares. Paola solo sonrío. 

Al llegar al campamento mayor nos dieron ordenes de alojarnos en unas oficina que servían de cuartos. Eran dos, una para mí y Paola y otra para Susan y Santino. Santino ayudaba a desempacar a Paola en nuestro cuarto, yo ayudaba a Susan.

- Venga, Susan, ¿cómo te sientes aquí?.- le pregunté. 

- La verdad no muy bien, este lugar no me gusta, ¿viste como nos miraban?.- estaba preocupada. 

- Sí, Susan, lo he visto, pero debemos quedarnos al menos 3 días, a mi tampoco me gusta, pero está Santino, el nos cuidará. 

- Bueno.- dijo.- Y tú, ¿cómo se te ocurre traerte a esa mojigata de Paola?

- Eh, ella me lo pidió, me gusta, es hermosa y está dispuesta a todo. 

- Una ninfomana también, ¿no crees? 

- No lo sé, hasta ahora solo lo ha hecho conmigo. 

- Como digas, no te extrañes si se lo hace a Santino. 

Seguimos desempacando lo poco que trajimos. Los rebeldes pasaban por la puerta, se detenían, escupían el piso y se iban. Un general hizo lo mismo pero luego de escupir paso adentro y nos hizo saber que estos no son hoteles y que se lo dijéramos a la "parejíta" que follaba al lado. 

- Como te dije, una ninfomana.- me dijo Susan cuando se fue el general.- Allá está, follándose a Santino. 

No dije nada, Paola solo era una mujer más y no moriría porque Santino se la folló. 

A la noche de ese mismo día, cuando Susan y yo cenábamos sentados en una cama, entró el comandante en jefe de los rebeldes.

- Bueno, bueno, mira a quien tenemos aquí, dos "alemanes"

- ¿eh? ¿Qué dices, Alejandro?.- dije.

- Aquí no nos gustan personas como ustedes, sobre todo como esta señorita, con el cabello amarillo y esa piel blanquita, espera que acabemos con ustedes, quedaran rojos.- chasqueó los dedos. 

- ¡¿Qué dices?!

Sin darme cuenta estaba en el piso, recibiendo golpe tras golpe. Dos soldados tomaban a Susan por los brazos, le arrancaron  la ropa, Alejandro le quitó las bragas y la penetró con fuerza, los soldados la tocaban y le obligaban, apuntándole con un arma, a que les hiciera oral a ambos al mismo tiempo. Susan gritaba mi nombre y me pedía ayuda, en un momento gritó: "Somál, ayúdame, te amo, ayúdame"

Yo no podía hacer nada, no dejaban de golpearme, me apagaban cigarros en los brazos y me golpeaban con las botas fuertemente. Dejaron caer a Susan en el piso, arrodillada, ella aprovecho y golpeó a Alejandro en sus testículos con fuerza, se levantó y salió corriendo desnuda, en segundos sonó un estruendo: "PUM PUM PUM"; Susan cayó muerta en medio del campamento mayor, un par de hombres salieron de sus tiendas y la cogieron en brazos, logré ver a uno metiendo sus dedos en la vagina de Susan y luego llevándose los dedos a la nariz para sentir el aroma de Susan. 

Con los disparos, apareció Santino, que al parecer dormía, en la puerta de la tienda y soltó fuego sobre los soldados que me golpeaban, todos cayeron muertos, luego disparó a los oros dos soldados y a Alejandro lo pateó fuertemente en la cara y lo noqueó. 

Paola apareció luego y me levantó, me quitó la camisa y se quedó observando todos mis moretones. 

- Santino... Santino, por favor, busca el cuerpo de Susan.- fue lo único que logré decir antes de desmayarme. 

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