Nos divertimos al descubrir cosas nuevas, nos erotiza cuando unas cuerdas nos producen vibraciones mentales, cuando los versos nos follan los oídos y eyaculan poesía en la mente. Evitamos demostrar envidia por no reproducir la magia pero nos proclamamos dioses cuando en la oscuridad revolcamos el alma en ellos, el sudor, la oscuridad, el único y arrogante murmullo de un orgasmo. Dan ganas de vivir.
¿Cómo no podemos sentir ganas de vivir? Es ello, la música, la poesía, el arte -único y orgulloso- lo que nos mantiene, nos aleja del suicidio, de la amargura de soportar la gran jaula, es un viaje a lo "único" (al "uno"), la máxima expresión del alma. Un montón de idas sin venir, imposible de describir, el lenguaje...
La jaula. Las cuerdas rasgan la piel y la curten, los versos estropean la mente -susceptible- y la enloquecen. Hay jaulas contemporáneas, como las fronteras y los Estados con políticas degradantes, las mujeres con piernas de corbata y de ríos metafísicos.
Sin embargo de todas hay puertas abiertas, excepto de la jaula de la mente. Nunca, a diferencia de las anteriores, elegimos entrar en ellas (como si pudiéramos elegir) solo estamos. Y pensamos, creemos pensar, buscamos romper los barrotes y pensamos en acabar con ello por medio del suicidio ¿Nunca han pensado en él?
Un ente, olvidamos que los barrotes son abiertos y nos proclaman libertad, nos creemos dioses de nuevo y decidimos vivir. Incluso antes de nacer no decidimos vivir, nuestras madres se creen con el derecho de traernos, escupirnos al mundo, el peor mal que nos hicieron.
Pero la música, "Thus is the end", los versos, "La jaula se ha vuelto pájaro, ¿qué haré con el miedo?".
Estamos muertos, condenados, solo vinimos a hacer arte con la naturaleza, aprender de las orquestas de renacuajos, grillos, cigarras.
La música y la poesía son nuestros únicos y reales salvadores y aún así nos suicidamos en caladas taladrantes de humo y coños. Es todo un buen viaje. Registrado en Safe Creative