lunes, 5 de octubre de 2015

Carta suicida.


Con andar equivocado mis piernas se desvían hacia una carretera de perdición, de sueño, de tristeza, con un andar desviado, la muerte asecha hasta  mi alma. Corren en un paso y caminan en un solo lugar,  muere su autómata función y ya solo actúan sin precisión; con andar desviado mis piernas se perdieron en el narcisismo desenfrenado de tu autoría, de tu belleza y de tus palabras amorosas.
Con un mirar sin pudor mi mirada desnudó tu mentira, con un mirar judicial mis ojos vieron desconfianza y condenaron tu amor demagógico.
Con tanteos de pasión y de lujuria fantasmal, mi cuerpo desmembró tu virtud y tu verdad, con unas piernas desviadas y una mirada judicial, mi tacto rompió en gotas de agua sobre tu piel ardiente de vergüenza, evaporando mi tacto y dejándome sin percepción de lo real.
Ya sin percepción, mi megalomanía por  Mozart y Paganini no reaviva mi razón ni mi conciencia. Beethoven, Schubert y Vivaldi también me abandonan y dejan a la suerte mi muerte, cada vez más cercana.

Con andar equivocado caigo en el abismo de tus manos y no enjuicio el sucio que las mancha y las torna obscuras, la megalomanía me ha abandonado y la muerte me ha encontrado, es frío el acero y caliente la sangre, con andar equivocado, con una mirada judicial, con un tacto evaporado y sin percepción de la realidad.

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