martes, 10 de septiembre de 2013

Tierra de barbarie.

Ya no sé que es más lamentable en nuestra sociedad, sí la política burlesca, o la economía decadente, o la sociedad conformada con la putrefacción, o la salud insalubre, o la seguridad perdida. 

Es inminente una caída irresponsable de una sociedad cuando esta misma no ha hecho nada para su cambio interno, no hablo de su gobierno o de su Estado, hablo de sus valores, de su moral y de su ética. De todo aquello que hizo posible el resurgir de las grandes naciones europeas luego de las guerras de siglo pasado. Y es aún más inminente ser condenados al exterminio de la civilización, es decir, caer en la barbarie, si los seres que convivimos no nos preocupamos por la educación de los niños que harán de una Nación un lugar plural, libre, cálido, excepcional, evolutivo, una Nación que más allá de sus políticas logre el bien estar común. 

Pero si estamos en rumbo de una revolución, ya sea la chavista o la democrática, ¿por qué retrocedemos incansablemente hacia la barbarie? 

Y dichos retroceso se vio más plasmado hoy en el territorio nacional con la salida de Venezuela de la Corte Inter- americana de derechos Humanos (CIDH). Siendo este el organismo protector de tales derechos tan deseados por nuestra comunidad. Hoy el país reaccionó fuertemente, aunque no tanto, a la salida de Venezuela de la CIDH. Pero yo me pregunto si de verdad estuvimos alguna vez protegidos por el organismo. ¿No fuimos golpeados, tanto física como psicológicamente, y burlados en las elecciones pasadas? ¿No nos dispararon con perdigones hasta arrancar trozos de nuestro pellejo de un solo tiro? ¿Dónde estuve la CIDH? ¿Acaso también no fue dada una sentencia por el caso RCTV? ¿Acaso los gobiernos acatan cada sentencia o fallo de dicha corte? Pasa en Colombia, pasa en Venezuela, pasa en latinoamerica.  La CIDH da fallos, ¿quién los cumple? 

Por eso nuestra mente nos ha dicho que la violencia es la única forma de hacer cumplir nuestros derechos, ¿pero no vulneramos los derechos de los demás? Estamos en un entredicho. 

Pero la barbarie del venezolano está influida por cada centímetro de su sociedad, en una sociedad que se ahorca cada día en miedo, en el fuerte miedo de ser asesinado a la vuelta de la esquina. El miedo que hace temblar nuestra espina al escuchar a un motorizado acercarse. Por esto la libertad nos abandono, los vándalos la hicieron huir al norte, al oriente, a los lugares que nosotros llamamos imperio, potencias, a esos lugares de Europa donde el frío es quien nos arropa de noche, y no el miedo. La barbarie también toco los altos mandos de una política burlesca, que seguro Simón Bolívar -ahora también burlado en una película llamada "Simón Bolívar el hombre de las dificultades"- nunca usó. Una política donde las cadenas de radio y televisión son constantes, 3 o 5 diarias. Donde los discursos políticos son para desestimar al contrincante u opositor, así como para insultar en televisión nacional a los "líderes" de cada partido u opción política. Y son esas maneras de expresión, tanto en el ámbito  político como el social, que provoca que los adolescentes, adulto y hasta niños de 5 años, a veces hasta aquellos de 3 que a penas hablan, decimos cosas como "hijo puta"; "maricón"; y para usted de contar todo un alfabeto desarrollado de insultos y descalificativos.

Pero ¿entonces que hacemos? ¿reformamos el Estado y el Gobierno por completo o dejamos la destrucción de la civilización a la sociedad? Y entonces veremos a hombres violando mujeres y niñas, a niños matando por comida, a mujeres corriendo por sus vidas y su pudor, a ancianos cayendo al piso y arrastrándose en busca de agua para beber, veremos la muerte en cada calle y avenida y la barbarie se hará la única ley. Por eso debemos reformar la sociedad, los principios, la buena educación familiar, ya sea una familia heterosexual u homosexual, o tal vez del tercer genero. 

Yo no sé que hacer sino sentarme en una silla a pensar, a pensar seriamente en irme, en viajar bajo el manto del cielo, de las nubes, caer en tierra londinense y por las noches ser arropado por el frío y no el miedo. Y es que esta tierra me ha corrompido, porque, como leí por ahí (cosa más cierta imposible), esta tierra me enseñó a ser racista y clasista, a temer a un negro que viene bajando la calle por miedo a que me robe, o a pensar que todo aquel que es pobre es un ladrón por la misma necesidad obligada que crea el socialismo.  Esta tierra me enseñó a vivir con miedo, y el miedo no es libertad, no tengo libertad. Y como poeta debo ser libre. 

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