sábado, 7 de enero de 2017

"La hora 25"

"Una vez hice un crucero en un submarino- dijo Traian-. Permanecí mil horas bajo el agua. Hay en los submarinos un aparato especial para indicar el momento preciso en que es necesario renovar el aire. Pero antes de existir esos aparatos se embarcaban a bordo conejillos blancos. En el momento en que la atmósfera se hacia tóxica, los conejillos morían y los marinos sabían que no les quedaban más que cinco o seis horas de vida. En aquel instante el capitán tenía que tomar la decisión suprema: no hacía un esfuerzo desesperado para remontar a la superficie o no abandonaba el fondo y moría con todos los demás. Habitualmente, para no verse morir se mataban entre sí a tiros.

En el submarino donde me hallaba no habían conejillos blancos, pero sí aparatos. El capitán observó que yo notaba la mínima disminución de la cantidad de oxigene. Se burló de mi sensibilidad y luego dejó de utilizar los aparatos. Yo le fui indicando con una precisión, siempre confirmada con los aparatos, si había bastante aire.

Es un don que tenemos, los conejillos blancos y yo, de sentir seis horas antes que el resto de los humanos el momento en que la atmósfera se hace irrespirable. Pues bien: desde hace algún tiempo me acomete igual sensación que sentí a borde del submarino: la atmósfera se ha hecho sofocante."

("La hora 25" C. Virgil Gheorghiu. Libro primero, cap. 54)

Venezuela se convirtió, de una manera u otra, en un submarino en lo profundo del océano. No hay aparatos que indiquen que es necesario renovar el aire, y de haberlos, están inservibles o apagados. Ahora, hay conejillos blancos, miles, millones. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? No sabemos. Pero aquí estamos, treinta millones de humanos maquinizados (¿O de maquinas humanizadas?), empujándonos unos a otros al vacío de la barbarie permanente.

Estamos viviendo nuestras últimas 6 horas, sin saber cuando han comenzado. ¿Cuándo murió el último conejillo blanco? ¿Cuántas horas nos quedan? ¿Quién es nuestro capitán?

Las respuestas a estas interrogantes están flotando entre nosotros, tan obvian que nadie las ve. Estamos concentrados en que los engranajes de nuestra barbarie no se detengan, tanto, que aún no resolvemos si matarnos a tiros entre nosotros mismos o subir a la superficie y retomar nuestra civilización.

A modo de advertencia; se acerca la hora veinticinco.

"El momento en que toda tentativa de salvación se hace inútil. Ni siquiera la venida de un Mesías resolvería nada. No es la última hora, sino una hora después..."

("La hora 25" C. Virgil Ghioghiu. Libro primero, cap. 15)

1 comentario: