martes, 23 de febrero de 2016

Mujeres de sal


Migas de pan que se riegan
Con el gemido de los árboles,
Ese gemido que añora muerte,
Que huele a folladas del destino,

De las caravanas de amor,
Entre véngalas y fuegos artificiales,
De sabanas cuadradas.
Porque los metros cuadrados

No corresponden a la lujuria,
Sino a la rigidez del pavimento,
Seco, esperando neumáticos fríos
De negro carbón.

De una verdad fría,
Sin motivos plasmados,
Dentro de mentiras negras,
Fundamentalista,

De autocracias y dedocracias.
Dedocracias que rebuscan entre
Piernas de putas, estimables
Mujeres acaloradas, secas, sin sudor

Apestoso ni aromático,
Sin sudor de sudor
Ni de lubricación.
Putas pavimentadas,

De metros cuadrados
Que trabajan en sabanas cuadradas.
Son putas de pan, de
Esas que se disuelven

Como un orgasmo
De verde padecer.
Son simples mujeres,
Simples putas de sal.

Errantes


Martes, quizás es un día común, los invisibles empiezan su errante camino recogiendo lo que dejamos en las calles. Justo hoy soy errante, nómada. El viento es frío, la mañana responde a la hoja sin filo del acero. Una idea que resbala mis mejillas, pienso en que quizá la vida no nos enseña nada y esperamos… ¿Qué esperamos? Un sueño, una vigilia, mientras tanto la Nación se pudre bajo un manto de hipocresías, el fuego lo quema todo y el agua no apaga lo que queremos apagar.
El humo cala mis pulmones y mi garganta, el acero frío no rompe mi piel que es una tela impermeable. No siento nada. Si hoy lloviera no sentiría más que golpes, pues es lo más certero, un golpe seco de la lluvia húmeda, un llanto de los dioses, Zeus, un rayo – maldito-.
Los dioses determinan una verdad innecesaria, el dolor. Sergio ¿soy yo quien decidió darte vida Alejandra? No. Un hilo de sangre recorre mis brazos pero no proviene de mí, no es una sangre como la mía, el infierno sobre mi piel impenetrable… Alejandra.
¿Será que el suicidio sí determina lo que los poetas malditos determinaron que determinaría? Maldito lenguaje, no es lo mismo decir «esperar» que «esperar». Al final de la noche la esperanza es un juego de niños que aburre, ¿qué podemos esperar que no sea la muerte y sus diversas apariciones? Amor, deseo, susurros, sexo, orgasmos, felicidad…
A-m-o-r.
Te hablo de lo que no conocemos, de lo que no conozco, te hablo de la verdad… errante.
Los hijos de los dioses no fuimos concebidos para tocar su reino, sino más bien malditos por ellos para querer tocarlo y morir en el intento, una obra de teatro trágica que nos lleva a recorrer las calles en busca del agua que nos dé sed y del pan que nos dé hambre.
Alejandra –Sergio- ¿Alejandra? –Ser…-. Hagamos oscuridad y silencio, llora pequeña, las paredes esta vez no podrán escucharte ya hay quien te proteja, los dioses por vez primera nos han bendecido ¿o maldecido? Es un juego más para  matarnos lentamente. Cerremos la boca, pequeña Ale.

Calla. Ser- gio. La hoja fría del acero ha logrado penetrar mi piel.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Crónica de una muerte anunciada.




Tercera noche que no duermo.
Tercera noche de delirio.
Tercera noche enamorado de ti.
*
Día número cuatro.
Mientras, se cae a trozos
La Nación que nos vio nacer,

Yo solo pienso como decirte
Que te amo desde ayer,
El ayer que nunca vi venir.
*
Día seis. En tu casa,
O te la rajas o te vas.
O me la rajo… ¿O muero?
La boca del lobo es más oscura
Mientras no estas.
*
Octava noche.
Sigo perdidamente enamorado de ti.
*
Novena noche.
No juro mi amor por ti ante la luna,
Lo juro por ti, mi única diosa,
Oh, mi Julieta.
*
Ya van diez. No vale seguir contando,
El tiempo ya no es
Más que una brisa suave
Que golpea mis sentidos
Como un huracán.

Igual te sigo amando,
Con leve indiferencia, lo sé,
Necesito saber que tú me amas.
*
Se acerca el día, qué temor,
¡Oh despiadado amor!,
Anhelo de los anhelos,
Poderoso destructor de lo indestructible,
¡Qué temor de salir del anonimato!
*
Te dejo. No pudo rajármela,
Así que debo morir. 

Fragmentos para dominar el silencio. Alejandra Pizarnik



I

Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos. 

II
C
uando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.

No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris. 

III 
La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.

domingo, 7 de febrero de 2016

La mujer sin tiempo



Ella va con mirada
Profunda
Apuñala el alma
Sientes el dolor
En las venas

Sientes sus ojos
Muertos
Clamar vida, v-i-d-a
Pero el cuervo astuto
Quiere su vida
Sordo.

Ella no canta para
Los que aún escuchan
Ella perdió hace un tiempo ya,
No puede volar.
Aun,
Si es que hay un aun.
Puede llevarnos al éxtasis.

Sus ojos, duros
Ella, blanda
El amor por el tiempo
Que le arrebatamos.

Un juego perdido
Y la autodestrucción hecha
¿Qué se hizo?
Esa, la preposición que se antepone
Al pronombre.
Ella, el pronombre antes del verbo.

Con un juego de cabeza
Como un péndulo jazzista
Caricaturista
Jamás nos dijimos
Adiós, y sin embargo
Ella, esa, verbo,
Alfa y omega
No necesita un adiós.