jueves, 30 de enero de 2014

Matrimonio igualitario, ¿ContraNatura?

Fallece joven tras ataque homofóbico en Chile (http://www.notitarde.com/Internacional/Fallece-joven-tras-ataque-homofobico-en-Chile/2014/01/30/300597)

Luego de leer noticias como estas no puedo evitar sentir pena por la humanidad, por estas sociedades intolerantes, sin valor alguno, reguardadas tras el velo de una religión, de un dios, de una moral que murió junto a su dignidad; escudados tras la verdadera antimoral actual, esa que niega la existencia del amor entre una pareja del mismo sexo, entre una pareja humana, digna de respeto de tolerancia, digna de poder celebrar su unión en matrimonio, no en ese matrimonio clerical, ese que te imponen como un "sacramento", ineludible para la sociedad "moral", sino en el verdadero matrimonio, ese que se hace por solo un amor puro.


No hay manera de decir que una sociedad que apruebe el matrimonio igualitario esta condenada a la extinción, no hay manera de decir que una sociedad que aprueba el matrimonio igualitario es anti natura, solo por que dios lo dice, pues, dios ha muerto junto a su moral. Esta es toda una nueva era, un nuevo orden mundial, uno en el cual las sociedades debemos aprender a convivir con estos seres humanos amables, la mayoría. 

En este mundo hay solo una cosa anti natura, y es esa gente como la de la noticia, esos homofobicos inhumanos que piensan que hacen un bien a la sociedad destruyendo la vida de un ser humano. Esos que destruyen a los homosexuales psicologicamnete, que los atacan con palabras beligerantes e intolerantes. Esos que le niegan su derecho al matrimonio, a la adopción -porque una sociedad no desaparecerá si parejas homosexuales adoptan a niños sin hogar, o se inseminan artificialmente, solo le dará vía libre a la felicidad de estos-. Una sociedad que piensa que al darle rienda suelta al matrimonio igualitario y a la adopción de parejas homosexuales se multiplicarán las personas homosexuales pues es una sociedad intolerante, en la cual no puedo creer ni querer. 

La verdadera anti natura esta en el corazón de los homofobicos, no en el corazón de los homosexuales. 

Mañana se entregará el proyecto de ley de matrimonio igualitario en Venezuela, lo apoyo, lo apoyo y lo apoyo. Ya es hora de que la sociedad aprenda la nueva moral que dirige a las civilizaciones,la moral del nuevo mundo, la moral de la tolerancia, de la igualdad de derechos. Ahora bien, aunque solo se entregará el proyecto es un buen paso a dar, aunque sé que no será aprobado hasta dentro de algún tiempo. 

miércoles, 29 de enero de 2014

"Te amo"


Prudence ya viene cada noche; ya es costumbre y hasta me cobra más barato. Esta noche no tengo dinero, gasté mi último centavo en mi amigo Jack Daniel’s, mis cigarrillos y un poco de comida.

Me deshice del sofá de tela roja de mierda. En la mesita, la leche para Fifí, Jack Daniel’s, cigarrillos, el reloj.

Ya Susana era un recuerdo lejano, no me mal entiendan, le amo como cuando nos casamos, pero Prudence estaba ocupando su lugar, y empezaba a quererle por más tiempo conmigo.
-Hola, cariño, ya llegué.
- Prudence, amor, hoy no tengo dinero.- dije.- pero igual te quedarás conmigo, ¿cierto?

Hizo silencio y me asusté. Jack Daniel’s. Cigarrillos. Prudence. Sin dinero.

- ¿Por qué no dices nada, cariño?- le pregunté.- ¿No ves, acaso, que te amo?
- No me digas eso, tú y yo no podemos ser uno.
- Eh, cariño, no te vayas, apiádate de mí.

Sin más que pensarlo por minutos se me lanzó encima y me dijo entre besos que me amaba. Prudence. Jack Daniel’s. Cigarrillos. Te amo. Me amas.

Pasamos a mi habitación e hicimos el amor como nunca, con cariño, dulzura y amor.

Nosotros cuerpos resbalaban en mares de sudor, al fin y al cabo el sudor nos hacía uno, su sudor poseía un aroma a placer, a rosas, como siempre, y al humo de un cigarro que se doblaba y buscaba aire en su boca.

Mis dedos se deslizaban solo por las curvas y pozos en su espalda y apretaban con fervor un colazo que ahogaba. Prudence por fin era solo para mí.

Jack Daniel’s. Prudence. Cigarrillos. Sudor. Te amo. Me amas.


***
- Prométeme que no volverás a prostituirte. Prométeme que solo serás para mí, Prudence.
- Pero tú no trabajas, Ed. Alguien debe mantenernos.
- No, no se diga más. Mañana mismo iré a buscar trabajo.

Jack Daniel’s. Prudence. Cigarrillos. Sudor. Te amo. Me amas.

Hicimos el amor de nuevo, una y otra vez, hasta el amanecer. Sabanas mojadas, bañadas en sudor, en humo, en Jack Daniel’s, en semen, en saliva, en Prudence, en mí.

***
Prudence iba a trabajar este último día y ya. Yo buscaría trabajo en algún lado, sé que Prudence es de esas mujeres que gustan de buena vida, de un buen hombre quelas haga vivir y yo le daría eso.

De un trago bebí el resto de mi botella de mi amigo Jack Daniel’s, encendí un cigarrillo y besé a Prudence. Jack Daniel’s. Prudence. Cigarrillos. Sudor. Te amo. Me amas.

A un par de cuadras buscaban a un guardia de seguridad para una tienda de licores, no era nada difícil, solo estar sentado con una pistola eléctrica, una corbata, botas de seguridad y las llaves. Tomé el trabajo, pagaban bien.

Ojala y Prudence pase un buen día, no soporto pensar que se la están follando, pero me consuela saber que hoy será el último día.

Fifí.


Honores a Bukowski.

Recorría las calles de Londres sin problemas, a veces un perro de mierda me hacía trepar los árboles por miedo a que me sacara las tripas, ustedes saben cómo es esto, un gato de mierda que le huye a un perro más mierda que yo.
     Hace semanas una pelirroja buenaza me recogió y me llevó a su departamento. Me mima mucho y siempre se le olvida darme de comer. Puta.
     Ella sale a trabajar de noche, tiene clientes en todo Londres y siempre va de allá para acá, y de acá para allá. Me las arreglo para escaparme por la ventana y comer y beber cualquier mierda que consiga.
     Hoy he pillado por la ventana de un bar a un hombre tirado en el piso, muerto, seguro se ahogó con el oporto el muy cabrón, que risa. En una tarima está un hombre delgado, toca una guitarra y hace un ruido tremendo. Lleva una barba muy espesa y una bermuda roja y ancha, su camisa no es más que un harapo, parece un vagabundo el muy desgraciado. 
     Cerca de la tarima un mujeron le alaba con mucho brío, venga yo me la follo si el músico no quiere hacerlo. Mejor sigo mi camino. Putas. Música. Cigarros. Se me antoja un poco de leche tibia.

***

     Es de noche ya y el olor a leche me llama desde el apartamento del vecino. ¡Qué aroma!, se une con el de cigarrillos, Jack Daniel’s, coños, tetas, pelirrojas. Prudence está aquí con un cliente.
     Me gusta acostarme en este sofá, es cómodo, aunque a veces debo darle forma. Leche tibia. Jack Daniel’s. Cigarrillos.
     Agh, me quemó este cigarrillo sobre el sofá, malditos, quien se le ocurre tirar un cigarro sobre un sofá de tela, joder, mierda.
     Las tetas de Prudence siempre me han gustado, a veces mientras ella duerme y yo estoy sobre ella me pongo a jugar con sus tetas, son grandes y formadas. Me gusta morder sus pezones.
     Aquí hay un sostén con su aroma, debe estar cerca. Leche. Jack Daniel’s. Cigarros. Tetas. En la habitación se está follando a un pobre diablo, odio verla follar, más que nada porque yo no puedo hacerlo, joder, mierda.
     De nuevo en el sofá. Tomo el sostén y juego con él, a veces se rompe, joder, mierda.
     Prudence. Un pobre diablo. Leche. Jack Daniel’s. Cigarros. Tetas. Me voy a la mierda, mi pequeña cama es mejor que este sofá de tela roja de mierda. 

lunes, 20 de enero de 2014

Yo tengo un sueño (I have a dream). Discurso del Dr. Martin Luther King, Jr.


Estoy contento de reunirme hoy con vosotros y con vosotras en la que pasará a la historia como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación.

Hace un siglo, un gran americano, bajo cuya simbólica sombra nos encontramos, firmó la Proclamación de Emancipación. Este trascendental decreto llegó como un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros y esclavas negras, que habían sido quemados en las llamas de una injusticia aniquiladora. Llegó como un amanecer dichoso para acabar con la larga noche de su cautividad.

Pero cien años después, las personas negras todavía no son libres. Cien años después, la vida de las personas negras sigue todavía tristemente atenazada por los grilletes de la segregación y por las cadenas de la discriminación. Cien años después, las personas negras viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, las personas negras todavía siguen languideciendo en los rincones de la sociedad americana y se sienten como exiliadas en su propia tierra. Así que hemos venido hoy aquí a mostrar unas condiciones vergonzosas.

Hemos venido a la capital de nuestra nación en cierto sentido para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magnificientes palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, estaban firmando un pagaré del que todo americano iba a ser heredero. Este pagaré era una promesa de que a todos los hombres —sí, a los hombres negros y también a los hombres blancos— se les garantizarían los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

Hoy es obvio que América ha defraudado en este pagaré en lo que se refiere a sus ciudadanos y ciudadanas de color. En vez de cumplir con esta sagrada obligación, América ha dado al pueblo negro un cheque malo, un cheque que ha sido devuelto marcado “sin fondos”.

Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia está en bancarrota. Nos negamos a creer que no hay fondos suficientes en las grandes arcas bancarias de las oportunidades de esta nación. Así que hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dé mediante reclamación las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia. También hemos venido a este santo lugar para recordar a América la intensa urgencia de este momento. No es tiempo de darse al lujo de refrescarse o de tomar el tranquilizante del gradualismo. Ahora es tiempo de hacer que las promesas de democracia sean reales. Ahora es tiempo de subir desde el oscuro y desolado valle de la segregación al soleado sendero de la justicia racial. Ahora es tiempo de alzar a nuestra nación desde las arenas movedizas de la injusticia racial a la sólida roca de la fraternidad. Ahora es tiempo de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos de Dios.

Sería desastroso para la nación pasar por alto la urgencia del momento y subestimar la determinación de las personas negras. Este asfixiante verano del legítimo descontento de las personas negras no pasará hasta que haya un estimulante otoño de libertad e igualdad. Mil novecientos sesenta y tres no es un fin, sino un comienzo. Quienes esperaban que las personas negras necesitaran soltar vapor y que ahora estarán contentos, tendrán un brusco despertar si la nación vuelve a su actividad como si nada hubiera pasado. No habrá descanso ni tranquilidad en América hasta que las personas negras tengan garantizados sus derechos como ciudadanas y ciudadanos. Los torbellinos de revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que nazca el día brillante de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi pueblo, que está en el caluroso umbral que lleva al interior del palacio de justicia. En el proceso de conseguir nuestro legítimo lugar, no debemos ser culpables de acciones equivocadas. No busquemos saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa del encarnizamiento y del odio. Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado nivel de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra fecunda protesta degenere en violencia física. Una y otra vez debemos ascender a las majestuosas alturas donde se hace frente a la fuerza física con la fuerza espiritual. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe llevarnos a desconfiar de todas las personas blancas, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como su presencia hoy aquí evidencia, han llegado a ser conscientes de que su destino está atado a nuestro destino. Han llegado a darse cuenta de que su libertad está inextricablemente unida a nuestra libertad. No podemos caminar solos.

Y mientras caminamos, debemos hacer la solemne promesa de que siempre caminaremos hacia adelante. No podemos volver atrás. Hay quienes están preguntando a los defensores de los derechos civiles: “¿Cuándo estaréis satisfechos?” No podemos estar satisfechos mientras las personas negras sean víctimas de los indecibles horrores de la brutalidad de la policía. No podemos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cargados con la fatiga del viaje, no puedan conseguir alojamiento en los moteles de las autopistas ni en los hoteles de las ciudades. No podemos estar satisfechos mientras la movilidad básica de las personas negras sea de un ghetto más pequeño a otro más amplio. No podemos estar satisfechos mientras nuestros hijos sean despojados de su personalidad y privados de su dignidad por letreros que digan “sólo para blancos”. No podemos estar satisfechos mientras una persona negra en Mississippi no pueda votar y una persona negra en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no, no estamos satisfechos y no estaremos satisfechos hasta que la justicia corra como las aguas y la rectitud como un impetuoso torrente.

No soy inconsciente de que algunos de vosotros y vosotras habéis venido aquí después de grandes procesos y tribulaciones. Algunos de vosotros y vosotras habéis salido recientemente de estrechas celdas de una prisión. Algunos de vosotros y vosotras habéis venido de zonas donde vuestra búsqueda de la libertad os dejó golpeados por las tormentas de la persecución y tambaleantes por los vientos de la brutalidad de la policía. Habéis sido los veteranos del sufrimiento fecundo. Continuad trabajando con la fe de que el sufrimiento inmerecido es redención.

Volved a Mississippi, volved a Alabama, volved a Carolina del Sur, volved a Georgia, volved a Luisiana, volved a los suburbios y a los ghettos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de un modo u otro esta situación puede y va a ser cambiada.


No nos hundamos en el valle de la desesperación. Aun así, aunque vemos delante las dificultades de hoy y mañana, amigos míos, os digo hoy: todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño americano.

Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”.

Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad.

Tengo un sueño: que un día incluso el estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia.

Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por su reputación.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: que un día allá abajo en Alabama, con sus racistas despiadados, con su gobernador que tiene los labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en Alabama niños negros y niñas negras podrán darse la mano con niños blancos y niñas blancas, como hermanas y hermanos.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: que un día todo valle será alzado y toda colina y montaña será bajada, los lugares escarpados se harán llanos y los lugares tortuosos se enderezarán y la gloria del Señor se mostrará y toda la carne juntamente la verá.

Ésta es nuestra esperanza. Ésta es la fe con la que yo vuelvo al Sur. Con esta fe seremos capaces de cortar de la montaña de desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las chirriantes disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a la cárcel juntos, de ponernos de pie juntos por la libertad, sabiendo que un día seremos libres.

Éste será el día, éste será el día en el que todos los hijos de Dios podrán cantar con un nuevo significado “Tierra mía, es a ti, dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra donde mi padre ha muerto, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera suene la libertad”.

Y si América va a ser una gran nación, esto tiene que llegar a ser verdad. Y así, suene la libertad desde las prodigiosas cumbres de las colinas de New Hampshire. Suene la libertad desde las enormes montañas de Nueva York. Suene la libertad desde los elevados Alleghenies de Pennsylvania.

Suene la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve de Colorado. Suene la libertad desde las curvas vertientes de California.

Pero no sólo eso; suene la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia.

Suene la libertad desde el Monte Lookout de Tennessee.

Suene la libertad desde cada colina y cada topera de Mississippi, desde cada ladera.

Suene la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: “¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres!”

(Traducción de Tomás Albaladejo)

El músico.


Había decidido largarme de París y comenzar una nueva vida en Londres. Estaba cansada de prostituirme con hombres gordos de gorra y chaqueta de camioneros, en ese maldito prostíbulo de mala muerte.
Londres es un lugar hermoso, podría trabajar de alguna cosa, no tenía mucha educación pero sí sabía hacer algunas cosas, como follar, beber, atender clientes, cosas como esas, cosas de mierda.
Vivía en una pequeña habitación, solo cuatro paredes, una cama, una nevera pequeña y una cocina eléctrica. El baño estaba en el salón principal del hotel. Compré para cenar y para desayunar, también una botella de oporto y un cajetín de cigarrillos. Cené, me duche y dormí.
Noche fría. La mañana siguiente al despertar tenía unas putas ganas de orinar inmensas. Corrí al baño y por suerte estaba vacío. No tuve que hacer mucho, solo tenía puesta una bata corta, mi coño se asomaba un poco por debajo. Me senté y relajé mi vientre. Nada mejor que orinar con muchas ganas. Luego de limpiarme, me levanté y busqué con qué cepillarme los dientes. Tocaron la puerta.
- Un momento por favor.- dije.
- Voy a entrar, cariño.
Un hombre delgado y con una barba corta entró. Iba solo con unas bermudas y unas cross, su pecho era cuadrado, su abdomen marcado, era muy sexy. Seguí cepillándome.
- Disculpa el abuso, sólo es que me estoy meando duro.
- No te preocupes, cariño.- dije con dulzura.- Justo me sucedió al despertarme esta mañana. Me llamo Amanda.
- Yo soy Hank, un placer.
Hank estaba de espaldas a mí. Ya terminé de cepillarme y hacía que me lavaba las manos solo para quedarme allí viéndolo. Olía a cigarrillos y a hombre. Era fuerte, se le notaba en sus facciones. Mi coño empezaba a babear y mis muslos a temblar.
  - ¿Qué tienes princesa?- me preguntó sacudiendo su cosa.
- Nada.- dije.
Mi bata no me ayudó, mis muslo estaban mojados y mi coño se asomaba más. Hank dejó caer su bermuda al suelo y de un jalón me pegó contra la pared y me follo como un dios, sentí que lo amaba. Ambos fuimos a mi habitación. Mis cuatro paredes. Mi oporto. Mis cigarrillos. Hank. Mi coño y yo.
Pasamos todo el día en la cama, haciéndolo. Me dijo que era un músico estadounidense que fue a Londres a darse a conocer, que tenía algo de dinero y que estaría solo una semana. Pasamos la semana juntos y follábamos todos los días. Lo amo, lo amo a morir.

***
Hank se largó a Alemania a dar conciertos allá, yo me quedé con mi oporto, mis cigarrillos y mis cuatro paredes. Le extrañaba, se había llevado una parte de mí con él y no pude hacer nada al respecto.
Pasaba las noches en bares bebiendo, cuando se me acercaba un hombre le miraba con odio y ellos se largaban en seguida. Me sentía sucia, odiada, una puta más, pero esta vez en Londres en vez de París. Decidí hacer algo loco que me hiciera sentir viva, así que fui a la iglesia del pueblo más cercano.
Eran media noche y la iglesia estaba sola, por supuesto, el cura estaría en algún lado. La boca me ardía por el humo de cigarrillo y el licor de oporto que bañaba mi garganta, era dulce y amargo, extraño. Una sensación de lujuria recorría mi cuerpo y de repente la ropa me quedaba pequeña. Me quité el sostén por debajo de la camisa y lo guarde en mi bolso, junto al oporto y los cigarrillos y un poco de maquillaje. Hacía frío.
Bancos y velas en todos lados. Me senté en el último banco y bebí un poco más de vino. La misma sensación recorría mi cuerpo y recordé que hacía en ese lugar, quería cometer una locura, así que solo me bajé la falda y moví mis bragas a un lado, introduje mis dedos en mi coño y me masturbé en el banco último de la iglesia del pueblo más cercano. Gemidos. Muslos húmedos y tensos. Oporto corriendo por mi garganta. Y el sacerdote observándome desde una puerta. Demonios, no le había visto. Rápidamente me subí la falda de nuevo y me levanté del asiento.
- ¿Qué hace hija?
- Lo siento, padre.- el sacerdote era joven, guapo y parecía haber bebido.
- Venga, pase acá. Debe confesar sus pecados.
Dentro de la habitación había una pequeña cama con una colchoneta y al lado una botella de vino “la sagrada familia” vacía.
- Dígame, ¿por qué se masturbaba en la iglesia?
- Sólo quería sentirme viva, padre.
- Pero una jovencita tan hermosa como usted, masturbándose.
Sin darme cuenta el sacerdote tiró de mis piernas y caí al piso.
- Puta, quítate la falda ya.
- Pero, ¿qué…
- ¡PUTA, QUE TE QUITES LA FALDA DIJE!- gritaba ahogadamente.
Me tomó por las piernas y me arrastró por el piso de granito pulido. Me levantó y sentó en la colchoneta. “Sagrada familia” vacía. Un sacerdote. Mi coño y yo.
Se desvistió.
- Chúpamela, desgraciada.
Lo hubiese hecho sin quejarme, la tiene grandísima, pero él me tomo del cabello y me acercó de golpe hacia su cosa erecta. Me destruiría si me folla con esta cosa. Luego de 30 gloriosos minutos follándome, el sacerdote se levantó de la colchoneta y me encerró en ese lugar, cerrando con llave por fuera. Sólo me quedé tirada en la colchoneta, con el coño chorreando y el cuerpo tembloroso. Que sacerdote más cabrón, me ha violado sin más. Y yo aquí, pensando en Hank, me quedé dormida.

sábado, 18 de enero de 2014

"¡No le llaméis puta, hombre!"



Las calles adoquinadas estaban húmedas por la lluvia de la tarde. París parece no envejecer, mientras, yo envejezco y me retuerzo en alcohol, mujeres y cigarrillos. Mi mujer se ha ido a España con un mal nacido que me la había robado y a mí solo me quedaban 1500 euros en el bolsillo y una botella de vino en la mano.
- Eh, Jean- Pierre, ven. Entra, chico, bebe con nosotros.
Mi primo mayor acababa de hacerme entrar a un bar de mala muerte. Vino. Cigarrillos. Primos.
- A la mierda, Roman, Isabella se fue a España, me ha dejado, hombre.
- ¿Qué dices, chico?
Mierda. No deja de llamarme chico y solo es 5 años mayor.
- Así como lo oyes, hombre.- dije bebiendo un trago largo de vino.- Me ha dejado, justo antes de casarnos.
- Pero ¿cómo?
Le he contado todo. La cena. Lo que vino después.  El Twitter de Isabella. La carta. Mi ida.
- Oh, chico, no te pierdas por esa puta, Jean- Pierre.
¡Pum! Un puñetazo en las narices de Roman.
- ¿Qué mierda te pasa, chico?- su nariz sangraba.
- ¡No le llaméis puta, hombre!
Rompí a llorar, tomé mi vino, mis cigarrillos, dejé 50 euros sobre la mesa y seguí mi rumbo por las calles húmedas de París. Caminé por horas hasta caer en la acera de un prostíbulo.
Afuera se sentía el olor a cigarrillos, a putas, a condones usados, a hombres gordos con gorras y chaquetas de camioneros. A whisky barato y culos grandes.
Hice todo por levantarme, encendí el último cigarrillo de mi cajetín y dejé car la botella de vino. ¡Crack! Se rompió.
- Eh, lindura, ¿cuánto por una buena follada?- estaba bañado en alcohol, en cigarrillos y en nostalgia.
Me recosté de la entrada del prostíbulo y una chica de cabellera negra y de piel blanca como la nieve se me acercó.
- A ti te dejaría todo en sólo 500 euros, bonito.
- Es tu día de suerte entonces, aquí tengo 500 euros y unas ganas de llevarte al cielo.
Me miró con ardor en sus ojos y tomó los 500 euros. Me llevó a una habitación atrás del bar.
Cigarrillos. Putas. Condones usados. Hombres gordos con gorra y chaqueta de camioneros. Whisky barato. Culos grandes. Amanda, la chica de cabellera negra, me tiró de un empujón sobre una cama y se quitó sin pensarlo la ropa, la poca que traía.
- Despacio, cariño, mi prometida acaba de abandonarme a una semana de la boda.
- Oh, pobre hombre.
Y sin pensarlo se me tiró encima y me hizo el amor como nunca nadie lo había hecho.

***

Bebí el último trago de whisky barato y le pedí un cigarrillo a Amanda, lo encendí y me vestí. Me fui lejos y dejé atrás el olor de los cigarrillos. Putas. Condones usados. Hombres gordos con gorra y chaqueta de camioneros. Whisky barato. Culos grandes.
Las calles son frías y aún más mi pena. Isabella me ha dejado y el dolor es insoportable, ni siquiera el haberme follado a una puta de un prostíbulo me ha saciado, la necesito a ella y a su carisma, a su cariño y su amor.
Pobre Roman, le he dejado sangrando. Debería ir a disculparme con él. De nuevo en el bar de mala muerte, vino, cigarrillos, Roman, mis penas. Lo siento.

jueves, 16 de enero de 2014

Mi amigo Jack Daniel's.


Aquí estoy, tirado en un sofá roja todo raido por el gato Fifí de la vecina, todas las noches entra por la ventana a beberse la leche que dejo sobre la mesita frente del sofá, aprovecha y me hace mierda mi amado sofá. 
Una botella de mi amigo Jack Daniel’s reposaba sobre la mesita, mi vaso estaba lleno, calentando mis sudorosas manos. No quiero hacer nada, solo beber y volverme mierda con el Jack Daniel’s de mierda y mis cigarrillos de mierda. 
Una pelirroja de muerte acaba de entrar en el apartamento. Un sostén negro apretado, sus senos explotarán y me llenarán de sangre carmesí si no se lo quita rápido. Una falda negra de cuero aprieta un culazo, podría ahogarme en él sino tuviese que levantarme del sofá. Sus piernas como columnas blancas se menean hacia mí, su mirada ardiente me está comiendo. 
- Eh, guapo, vine por ti. ¿Qué haces ahí tendido? Ven y trae esa botella contigo.
- Anda a que te follen en la esquina, déjame en paz.  
- Venga, ¿qué tienes cariño?
Se sentó a mi lado y me quitó el vaso de la mano. Huele a rosas y a cigarrillo. Su sostén parece romperse por la presión.
- Mi esposa, Susana, murió hace un mes y estoy destruido. 
- Oh, dulzura.
Me besó la mejilla y sirvió otro vaso de Jack Daniel’s.
- Puedes llamarme Prudence, dulzura.
- Edgar.
- Ven Edgar, te haré olvidar a tu esposa muerta.
Lluvia. Alcohol. Cigarros. El gato maullando de la vecina en la ventana. Prudence tambaleándose como una puta en frente de mí, sobándose las caderas y la cintura. Un sostén que sale volando y cae en mi regazo. Senos que saltan el aire con el tambaleo de Prudence. 
- ¿Te gusta lo que ves, cariño?
No hace falta decir que sí, una erección bajo mi pantalón lo afirma por mí. 
Bebo de un tirón mi vaso de mi amigo Jack Daniel’s, le di dos bocanadas a mi cigarro y lo tiro sobre el sofá. Me levanté y de una buena vez chupé con fervor los senos de Prudence. 
Fuimos a mi cuarto e hicimos el amor en la misma cama donde varias veces se lo hacía a Susana, mi esposa muerta.

***

Prudence se fue caminando calle abajo con mi botella de mi amigo Jack Daniel’s en la mano, bebiendo cada tres pasos y con los senos al aire, al parecer el gato Fifi le destrozó el sostén. Maldito gato listo. Pelirroja puta. 
Me levanté, me duche con un agua fría, tanto que quemaba mi piel, que ardía por el alcohol y la lujuria de la noche.  El gato de mi vecina maullando. La lluvia cayendo. Olor a rosas y cigarrillos. 

Al día siguiente compré otra botella de mi amigo Jack Daniel’s y me tiré sobre mi sofá rojo raido por el gato de mi vecina. Misma historia de mierda. Mi esposa muerta en el cementerio y yo muerto en mi casa. 
Me acompaña mi botella de mi amigo Jack Daniel’s, mis cigarrillos y, de nuevo, la puta pelirroja. Prudence. 

Susana, te odio por morirte. 

Una muerte inesperada.


Era una tarde de abril, el cielo estaba despejado, nada era mejor que sentir el calor de los rayos solares quemar mi piel, era perfecto, la felicidad me comía desde mi corazón hasta mis labios, entonando una sonrisa.
     Fue simple y corto, me veía a mí caminar por una pradera, totalmente extensa, se veía venir el verano, todo estaba muy claro, era hermoso. Mientras más caminaba más clara se vislumbraba una casona al final del sendero que dividía la pradera en dos.
     La hermosura de ese paisaje se esfumo al llegar justo a la cerca de la casona; desapareció todo ese lugar de repente y aparecí en la calle donde la había dejado  la última vez que la vi, era extraño, pero nos despedimos diferente. Me dio un beso muy largo y me dijo 5 veces que me amaba y que el día siguiente seríamos completamente felices,- ¡Que alegría sentí!- no dejaba de sonreír.
     Teníamos unos 25 ó 28 años, le dije que la esperaba mañana en el altar y le proporcioné una leve nalgueada; jamás me había reído con tantas carcajadas. Luego siguió ella a su casa, caminaba de espalda y me decía gritando que me amaba, cada vez aumentaba más mi felicidad.
   -Soy el hombre más dichoso del mundo gracias a ti, Prudence.- le grité.
     Luego camine tres pasos, sino mal recuerdo, y desapareció entre la niebla. Se disipó al instante y volví a aparecer en el prado frente a la casona, allí estabas ella, allí en la ventana del cuarto, esperaba con una franela, más bata que franela, de Nirvana. Parecía que despedía una luz propia, era hermosa, su piel estaba rojiza por el sereno de aquel prado peculiar; seguí caminando hacia el interior de la casona y en las paredes estaban las fotos de nuestra boda, éramos completamente felices y vivíamos en Inglaterra, cosa rara, creo que se debe a que siempre he querido pasar temporadas allá. El cuarto era inmenso y no había camas, solo unas cobijas en el piso y muchos libros amontonados por todas partes, que paraíso pensé al entrar, y así lo era, y allí estaba ella, hermosa, radiante, me beso y nos acostamos y empezamos a leer “Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen.
     Y así paso la noche, al despertar fuimos caminando al pueblo a desayunar, atravesamos todo ese prado, éramos felices, ella sonreía tanto o más que yo. En el pequeño restaurant  le dije que entrara y me pidiera unos tocinos con huevo, que yo iría a "ver unas cosas en la biblioteca de al frente" en realidad solo quería fumarme un cigarrillo, ella lo sabía pero igual aceptó; cosa rara, entró, pidió la comida y se sentó en la mesa cerca a la ventana.
     Al cruzar la calle, frente a dicha biblioteca, apareció un tipo, raro, más muerto que vivo, más bestia que hombre, piel arrugada y colgante, ojos vacios, sin labios, nariz picuda y cortada, sus manos eran delgadas, huesudas y de un solo movimiento clavo un puñal en mi pecho, caí al piso en lo que parecía un charco de sangre, y ella al salir gritó y lloró. Era infeliz, toda dicha había muerto conmigo, pero al dar mi último respiro, se desvaneció.

     Luego, volvimos a aparecer en la habitación de la casona y era la misma mañana antes de ir a desayunar, no saben el alivio que, en sueños, sentí. Fue raro, pero no sabes lo feliz que me sentí al despertar, todo era tan real.

Lo que viene es feo- Por: Rubèn Marcano. (Extraido de Aporrea.)

Rubèn Marcano. Periodista, graduado en la UCV. TSU en Informática, con estudios sin culminar en Sociología y Derecho en la UCV. Con maestría de Periodismo y Comunicación Institucional en la Complutense de Madrid, Autónoma de Barcelona y UPEL. Ha escrito dos libros. Es profesor universitario y articulista.


La cortina de humo que echó el mandatario nacional poco antes de las elecciones de alcaldes, comienza a disiparse, y reaparece la cruda realidad.

Unas semanas estuvimos emborrachado de onerosos precios y de una especulación atroz, fruto de empresarios irresponsables, política económica errática y sobre todo una falta de supervisión y control por parte de las instituciones del Estado.

Despuntó enero 2014, y las perspectivas económicas son francamente fea.

Enumeremos algunos aspectos:

Escasez. Siguen disparados los índices y ahora más que antes. Los productos regulados no se ven ni en los mercales, pedevales y muchos menos en Bicentenario. Se consiguen a través de los bachaqueros y trajinadores de los diferentes mercados, a precios exorbitantes.

· Hoy antes de escribir este artículo, me topé con una persona que llevaba un bulto de harina de trigo (trae 12) en sus hombros. Le pregunté el precio: “está a 350, pero me lo revendieron en 750”, respondió. Es decir, a 62 bolívares el kilo, y eso a precio de mayorista.

· La leche descremada, brilla por su ausencia, y la que aparece de vez en cuando es la Canprolac, a 100 bolívares la lata (regulada, a 30).

· La pasta, pasa de 30, porque los regulados, por favor, díganme dónde se consiguen

· Si vas por pollo, el kilogramo más barato que he conseguido, luego de mucho patear, a 65.

· La carne de primera pasa largo los 100 bolívares.

· El queso, dan ganas de llorar por lo caro que se puso.

· Mantequilla, no hay…

· Aceite, no hay… se consigue el de soya, a más de 50 bolívares el litro (regulado cuesta 6).
Harina, no hay desde hace años, y cuando llega, “la matazón es grande”.

· La cera desapareció, así como los productos de limpieza.

· La papa, bueno, cuesta el ojo de una cara, a 70 el kilogramo.

· El atún, ese Margarita de 350 kilogramos, que rinde bastante, se fue de las manos. Antes se conseguía a 25, ahorita pasa de 60.

Dejemos los alimentos de un lado, y continuemos con la inflación.

Tomen nota, que lo que viene, es duro…

Se acerca una nueva devaluación. Sí, otra, de los actuales 6.30 a 11 o 12, dicen los economistas, y todos los indicios parecen darles la razón.

Extrañamente, a la fecha, el Gobierno no ha habilitado los 400 dólares Cadivi, pues se espera que cuando lo haga, el dólar esté al mismo precio del Sicad para viajeros extranjeros (11 bolívares).

El aumento de la gasolina, no es novedoso, ya el Presidente anunció que la elevará, falta el precio y fecha.

A todas estas, la promesa del gabinete económico y del Presidente Maduro, de acabar con el dólar negro, cayó en el vacío, y éste está más vivo que nunca, rondando los 70.

Las reservas internacionales, bajaron 28% en 2013, y se espera que sigan en descenso, pues el déficit del gobierno es de 15% del PIB, lo que quiere decir, que para cubrirlo, se hará lo siguiente:

uno, devaluación en puerta, lo que ayudaría a financiar cerca de la mitad; dos, impresión de más bolívares para soltarlos a las calles, y con ello, que el demonio de la inflación siga su curso irrefrenable hacia los 100, en busca del récord de Carlos Andrés Pérez.

Por cierto, para este año se espera una inflación entre 60 y 70%, por los números más conservadores. Economistas agresivos, la sitúan en torno al 90%. Recuerden que en 2013, la inflación cerró en 56%, la quinta más alta desde 1950, y una de las 10 más elevadas del mundo.

El gobierno no parece tener la resolución para enfrentar y abatir la inflación, pues cada vez se contradice; sigue creando más burocracia, pero nada de apretarse el cinturón para disminuir los cotos y el déficit fiscal.

Acaba de promover una reorganización de los ministerios, que entre todos, suman 111 viceministerios. No son conchas de ajos, para un pequeño país de 30 millones de habitantes.

¿Qué presupuesto resiste pagar nómina de empleados públicos, superior a los 3 millones de funcionarios?

Pero en el gobierno, eso no parece importar, y sigue el relajo de la maquinita que imprime bolívares y los suelta a las calles, sin respaldo.

Fíjense este dato: en 2008 los billetes de 100 bolívares, representaban el 3% de las piezas; 5 años después, son el 25%.

Quiere decir, que el dinero cada día se nos vuelve agua en las manos, y no estamos lejos que el Presidente anuncie la creación de billetes de 200, 500 y hasta de 1 millón de los viejos.

Ese futuro, está más cerca que nunca, porque lo que viene es feo…

miércoles, 15 de enero de 2014

¿Patria? ¿Qué coño hago con eso?

Abro comillas. Estamos siendo burlados por quienes nos creen ignorantes, estúpidos, por aquellos de traje y corbata, de camisa roja y azul y amarilla. Estamos siendo trampeados por una revolución y su oposición. Estamos siendo ultrajados, violados, regalados a chinos, a quienes debemos 400 mil millones de dolares, regalados a Irán y a Rusia, y peor aún, a Cuba.

¿Qué hacer cuando esto pasa? ¿Debemos defender la patria? Pues, yo creo que solo debemos luchar por nuestra LIBERTAD y más anda, sin tomar en cuenta la palabra tosca y bruta, Patria. Porque estos últimos 15 años han sido en nombre de la patria, y miren, nos han hecho añicos. Cierro comillas.

Lo siento, pero yo no puedo ser patriota, ni sentir patria dentro de mi alma, quiero a esta tierra, pero a la tierra, no a Venezuela como Nación, sino a Venezuela como hogar. Tal ve si algún día recuperamos nuestra "patria", tal vez, ese día pueda ser patriota.




Un amor perdido.


Participaba en las redacciones del presidente, el joven Sornias se levantó y acudió a una pequeña tienda del otro lado de la calle, quería comprar una Coca~ Cola y un cajetín de cigarros.
   
Despertó Isabella en las turbulencias de un sueño extraño, era inútil, no retomaría el sueño de nuevo. El haber terminado su relación con Sornias le había dado un golpe fugaz, pero doloroso, a su orgullo, estaba rebajada al dolor y la tristeza, pero aún así no pretendía hablarle, le ignoraré, pensó. Aunque ignorarlo era difícil y problemático, ya que ella vivía en un edificio en la Av. Bolívar y Sornias trabajaba en la misma, de hecho, Sornias había empezado a trabajar en aquel lugar debido a su relación con Isabella, de vez en cuando pasaba la noche con ella. De modo que, aunque no adrede, se tenían que ver por la calle.
   
Era invierno, en la calle hacía una brisa muy fría e Isabella bajó de su apartamento a la cafetería a comprar un poco de café, sin recordar que en esa misma cafetería era donde Sornias compraba su bebida.
   
Al entrar lo vio, estaba allí, sentado, bebiendo su refresco y fumando un cigarrillo, parecía sonreír, con aire taciturno.
   
“Aggh, cuanto odio verlo fumar- pensó Isabella- desearía apagárselo en el oído a ver si así me escucha.”
   
 Entró tranquilamente y pidió un café Late para llevar. Isabella llevaba un suéter (sin nada debajo de él) y unos monos de dormir, le gustaba vestirse así, de igual forma se veía hermosa. Al voltear, luego de recibir y pagar su café, se fijó que Sornias no estaba allí.
   
 “A de haberme visto y se fue para evitarme- pensó, dándose importancia- es mejor así.”
   
Pero no era así, cuando Isabella salió y cruzó la calle, en dirección a su edificio, Sornias la vio y le gritó.

- ¡Ey, Isabella, mi cielo!
   
Ella le había escuchado, pero decidió ignorarlo. Sornias, rápidamente y sin darse cuenta, corrió por la avenida en dirección al edificio de Isabella. No le dio importancia a un auto que venía bajando por la avenida, iba rápido, pero cuando ya se dio cuenta era tarde, el coche le había golpeado fuertemente por detrás.
     Isabella oyó el estruendo y salió corriendo del edificio, al ver el cuerpo inmóvil de Sornias en el pavimento corrió al lugar, este se desangraba abundantemente, solo logró decir:
- Te amo, cielo- hizo una pausa- gracias por volver a mí, me has hecho feliz.
   
Sornias ladeo la cabeza y repitió sus primeras 3 palabras y murió, sus ojos quedaron mirando el vacio, su alma había expirado de sus funciones con su último aliento y sus labios entonaban una sonrisa.
   
Isabella lloró fuertemente en el pavimento mientras susurraba

- También… Tam-bién te a-mo…- hablaba entre cortada.- ¡Te amo, por siempre!- exclamo al final

martes, 14 de enero de 2014

Una madre que no es madre.



El día, no sabemos cual, el año mil novecientos y algo más. Sonidos de dolor para un pequeñuelo y de alegría para una señora. Dueña y dadora de la vida de ese pequeñuelo, entrega todo su amor y felicidad a su infancia. Infancia marcada por el amor de su madre.
-   William, hijo, ven ayúdame a fregar los platos.

     Alegre va corriendo ese pequeño, sin darse cuenta que marcas de su infancia va dejando, retumban sus pasos corriendo por el pasillo, corriendo llega a la cocina. Una sonrisa le entregó a su madre, una igual a su padre, este leyendo su periódico está, William se pregunta ¿por qué cada día ensartado allí tan inerte y triste está? No sabe por qué su padre nunca le mira, y al parecer tampoco le escucha. Su madre, Susana, le abraza y lo levanta.

-   Vamos, hijo, tu puedes hacerlo mejor que yo ¿cierto?
     Una carcajada suelta, irritable, pero ¿quién le puede negar la alegría a un chiquillo?; Susana ríe con él y palmaditas le da, Edgar, el padre, la mira desconcertado, como quien mira a una loca.
     Pasa la  mañana y el chiquillo juega, entrecortadamente, ya que su madre le enseña los oficios del hogar.
-   Edgar, querido, ¿Pizza o comida china?- le pregunta antes de sentársele en las piernas.

-   ¿No puede ser Susana mi almuerzo de hoy?- dice el marido.

-   Oh, Edgar, me sonrojas, pero tal vez sea tu cena.
     Pervertida mujer y hombre desgraciado. “Acaso no ve que nuestro hijo juguetea por esta sala”, pensó Susana. Llega la comida china, elegida por el pequeñuelo, y Susana sirve tres platos, ella ve como su hijo devora con gracia su comida y bebe su jugo con fervor, pero parece que está más crecido, ya puede limpiar el jardín solo, pensó.
     En cambio el padre solo ve un tercer plato inmóvil, extrañado, lo ignora. Es indiferente a todo lo que no tenga que ver con las noticias y hacerle el amor a su mujer, el placer que le da solo ver el cuerpo de la misma moverse de la cocina a la sala le alegra mucho la tarde, esperando al noche con ansias.
     Susana se libera de la cocina y va con su hijo al jardín:
-   Edgar, amor mío, limpiaré el jardín con William.
     Edgar ignora lo último y le dice que se duchará, que la espera con ansias en cama. “Que hombre más lujurioso y pervertido- pensó Susana- ojala pusiera el mismo fervor en la casa.” 
     Ambos, madre e hijo, se divierten barriendo y regando el jardín. Los vecinos ven como ella da vuelta en el lugar.  Se extrañan y comentan que Susana debe estar un poco enferma de la cabeza. 
     Se hace de noche y Edgar en cama está, ansioso por hacerle el amor a Susana, está acaba de bañarse, su figura no es para nada fea, sus curvas se ven brillantes mojadas, sus piernas largas y voluminosas, la piel blanca parecía arderle,  entra en la cama desnuda y su marido encima se le echa, pero no contó con qué Susana escuchara gritar a su hijo.
-   Espera, Edgar, William esta chillando, ¿qué no lo oyes?

-   ¿William?; ¿Quién es William?

-   ¿Cómo que quién es William? ¿Olvidaste a tu hijo o es que la lujuria te ciega la memoria?

-    ¿Hijo? ¡estás loca mujer!- exclamó- Si tuviese un hijo lo recordaría.

-   Pues, lo has olvidado al parecer, idiota.

-   Espera, llévame ante él entonces.

     Ambos se levantan, ella aún desnuda y el solo en ropa interior, van a una habitación cerca a la de ellos y ella al entrar ve a su hijo chillar, parecía hambriento. Edgar solo ve un montón de sábanas acumuladas sobre la pequeña cama.
-   Y bien, ¿dónde está?

-   ¡Que cosas preguntas! está sobre la cama ¿no le ves?
Su marido pensativo está, cómo decírselo.
-   Susana querida, pregúntale a William si él me ve.

   Así lo hizo la mujer, pero William negó con la cabeza.

-   ¿Y bien?- preguntó Edgar luego de un silencio corto.

-   Ha negado… con la cabeza.- dijo Susana un poco confundida.

-   Pues bien, ¿por qué piensas que niega verme?

-   Pues, seguro es ciego.

-       Oh, Susana, no digas tonterías, William no es más que un producto de tu imaginación, ¿acaso no entiendes?- dijo algo obstinado.- tanto es nuestro deseo por tener un hijo, y aun más el tuyo, que has creado a uno en tu cabeza.

-       Pero, William me ayudo a barrer la casa y fregó los platos, regó el jardín conmigo.

-       ¿De qué hablas? Tú fuiste quien barrió y quien fregó, aunque mientras fregaba parecía que hablabas con alguien, y en el jardín solo diste vueltas sigue igual que esta mañana.
     Susana iba entendiendo, su marido tenía razón, se asomó por la ventana y vio como aún estaba la maleza y como las flores estaban marchitando a falta de agua en un calor tan infernal. Edgar se le acercó por la espalda y le acarició la espalda con cariño, le besó el cuello y dijo:
-       La imaginación es algo complicado, justo cuando crees que algo es real no lo es. Me pasa muy a menudo mientras trabajo, te necesito y deseo tanto que te imagino así como estás ahora junto a mí. Hasta me dices que me amas y cosas como esas, pero sé que no estás ahí, sé que solo te imagine y que eres invisible ante los demás. Cosa afortunada para ti, ya que si no mis compañeros te verían desnuda.

-       Edgar, quiero tanto un hijo, no sé porque hice esto, no sé porque soñé/imaginé con este crio, si tan solo pudieras verlo, es tan hermoso, Edgar.

     Susana veía como William iba desapareciendo poco a poco, ya había dejado de chillar, pero rodaban lagrimas por sus ojos, suplicaba con la mirada. Susana se volteo y abrazó a Edgar. Este le dijo que si quería un hijo él sabía como dárselo y la cargó hasta a su dormitorio, la dejo sobre la cama y le hizo el amor como nunca se lo había hecho, Susana nunca había sentido tanta alegría en una cama, sabía que así tendrían un hijo.