Reconozco
que te di todo y no medí consecuencias,
Como
lo que sucedió cuando te di mi mano,
Ese
estallido galáctico que acabo con la vida de la sensatez
En
el planeta imbecilidad.
O
cuando, como un pececillo de luz, besé fugaz tus labios
Y
el cielo rompió en llanto e inundó la revolución
De
las flores, que con violencia abrían sus pétalos
Y
daban un respiro a los colibrís.
Admito
que no debí viajar más allá de tus labios,
Que
cometí un error al verte a los ojos y palpar tu alma
Con
mis dedos, fría, baldía, como la luz de un faro,
Que
de día no se ve.
Sí,
es cierto que no debí mencionar cuan puta es dios;
Regalándose
a cada religión proclamándose real y verdadero.
Lo
imitamos luego, regalándonos a las banalidades del amor
Y
de la monotonía arrebatadora de felicidad.
Lo
admito, nuestra relación fue prostituida,
Tú
usaste a otros por cuestión de lujuria,
Yo
a otras por cuestión de desamor.
Al
final, somos dos cabronazos y listo, mi cielo.
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