Hay
quien dice que hay
Cigarrillos
de puta,
Otros
de pobre, también de
Putas
pobres, y de sabores,
Sabores
de putas pobres.
Esos
que huelen a aserrín,
A
sudor de obrero, cigarros
Que
parecen mierda torcida
Bañados
en un humo espeso,
Que
no deja nada a desear.
Hay
quienes dicen que los presos fuman
más,
Solo para dejar pasar el tiempo,
La
muerte, el olor a mierda.
Una
mierda restregada en paredes
De
mármol ennegrecido.
Dicen,
también, que fuman
Para
olvidar penas, y penes,
De
quienes eran, fueron y serán.
Para
no recordar el suave olor a coño
De
sus mujeres temporales.
Mujeres
que fuman para borrar
El
sabor a penes, a alcohol, a coños,
De
todos los penes, licores y coños
Que
consumieron mientras,
Enrolladas
en mentiras,
Recordaban
a sus esposos presos.
Porqué,
dicen, el humo de cigarro
Es
más suave luego de la lujuria.
Al
final, unos son presos putos de otros presos,
Las
otras, putas presas de otras putas.
Pero
la historia del cigarrillo es larga,
Cinco
minutos de exhaladas e inhaladas.
De
recuerdos y olvidos, cinco minutos
De
insurrección, rebeldía, anarquía.
Cinco
minutos de historia pos-putadas.
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