viernes, 22 de noviembre de 2013

191.400 BSF para pagar mi sueño.

Escribir esta noche es como escribir la noche anterior, o la que pasó el 20 de enero, o aquella noche de septiembre, del 9 de septiembre. Pero nunca será como escribir en aquel 21 de diciembre, ni mucho menos como escribir aquel otro 20 de diciembre, ni menos como escribir un 20 de abril, o un 4 de julio. Escribir esta noche es escribirle al dolor, a la desidia, a la muerte, a la represión, al sufrimiento indecente, a la inmoralidad -esa inmoralidad que no tiene nada que ver con sexo-, es escribirle al éxodo, al exilio, a las morgues, al infierno, al cielo, al purgatorio, a todo eso que no existe, lo que no existió y lo no existirá, a Dios, a Lucifer, es escribirle a los políticos. Esta noche escribo desde una lagrima que ronda por mi mejilla, rogando muerte en mis labios, en mi pecho o en mi pantalón. Quizás en el piso.

Esta noche la libertad se ahoga una vez más, la están amedrentando para que no hable, para que no escriba, para que no huya. Pero no saben que ya huyó, y la muy puta me dejó acá, en la miseria, en la muerte, en el dolor, en el orgullo de decir "tenemos patria". Un puta risa incomparable porque sabemos que no es cierto, porque sabemos que la patria fue un regalo que no merecíamos y por eso dejamos que nos la arrebataran, una vez más, un brindis por el poder, la lujuria, los políticos apolíticos que no saben como andar entre callejones de mierda sin olor.

Una cantidad de ambulantes sin rumbo que rompen la diversidad, porque no hay alguna. Escribir esta noche me está costando, me están doliendo los dedos y la verdad nunca me quejaría, pero no tengo libertad, y eso me lleva a quejarme. 

Vivo acá, en la urbanización que se convirtió en barrio y, luego, viendo las casas mentales que se convierten en ranchos mentales, porquerías, pero con olor. De dimensiones no tan cuantitativas como las del río Orinóco, derrochado en basura, en esa basura negra, petróleo. 

Vivo, si a esto se le llama vida, pensando en fugarme. A la libertad. No comprenderá ni mi padre ni mi madre, pero yo no fui predestinado para vivir en dictaduras, neo- dictaduras, o democracias. Yo no nací para vivir en un Estado, en un país o en bajo un Gobierno. yo nací para vivir pisando una sola tierra, un redonda, gigante, de muchos países y Estados. ¿Cómo vivir entre mierda? 

Escribo como cuando le escribí la ultima carta a mi ex, durmiendo entre luces de blanca luminosidad, mientras rompen en mi rostro luces de colores, vivos. 

Colores... Son dos según mi país, rojo y azul. Blanco y negro. El primero son los partidos políticos apolíticos, esos que juegan bolas criollas con la economía y la sociedad, esos que hacen aviones de papel con el dolar y, volando, aterrizan en sus bolsillos. Tranquilos, aún quiero ser político. Los dos últimos colores representan lo que mi país me enseñó, eso que me enseñó en la calle mientras en casa mis padre me enseñaban el gris. Ese racismo que me enseñó para cuidarme de la marginalidad, pero estuvo más difícil, porque me enseño a odiar a ambas razas, la negra y la blanca, porque ambos pueden y podrían ser un peligro para mí en algún momento. Porque ambos son pobres de bolsillo -de mente-, ambos son marginales y viven en ranchos mentales, lamento aceptarlo, pero ambos no poseen libertad y se mueve entre cariñosas veredas rellenas de balas perdidas, de condones usados, de putas que ya ni cobran, solo están esperando la muerte, ambas razas se mueven entre cariñosas veredas y a ambas razas le rompen la piel a palos mientras protestan contra un sistema, este y el otro, que nos hace pensar y luego nos hace dejar de pensar. 

Esta noche no escribo sino para plasmar que sueño en irme, en irme lejos, Europa, esta decidido, mismo sistema, misma gente, menos mierda. 

Mañana se protestará por llamado del político, de los autoconvocados, y solo pienso que no quiero ni quisiera ir, esto me está cansando, estoy estresado, desesperado. Aún después de mañana, cuando caiga el régimen y se estabilice la democracia y la economía, no pensaría en volver; o tal vez sí, solo para volver a irme. 

Pero para todo esto, para seguir escribiendo sin tristeza, debo irme primero. 

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