Como
es inherente el sexo con la vida
Lo
es la muerte también, así como da
Placer
uno, el otro igual. Entre orgasmos,
Sonrisas,
carcajadas, gemidos, gritos.
Así
cuando introduzco entre tus piernas,
-En
tu coño, donde reposa la vida y la muerte-,
Mis
dedos, sedientos de ti, de tus placeres,
De
tu vida; así siento que toco el paraíso.
Cuando
reposo a la sombra del mango,
Mientras
tiro piedras al lago que es tu sudor.
Donde
rompen latigazos de mi lengua,
En
tu vientre que deja reposar mis suspiros.
Corriendo
entre azotes de vergüenza,
Mientras
gritas pidiendo que la muerte se haga una con el placer
Y
quiebre el equilibro que existe entre ellos y el sexo.
Que
el sexo y la vida no se unan, sino que sean uno con la muerte.
Porque
entre las rejas del pudor
Tú
no eres. Solo consigues ser mientras
Ríes
demacrada por los vientos de desespero
Al
convertir tu paraíso en un infierno de calenturas.
Mientras
caen gotas de sudor desde lo alto
Hasta
las montañas voluminosas que yacen en tu pecho.
Rodando
entre ellas, como quien se abre camino por un sendero
De
arena blanca, mientras el vapor las deshace, ahorcándoles la vida.
Esa
unanimidad de placer, vida, muerte;
Esa
representación única que rompe en un solo momento,
Justo
cuando el éxtasis entrelaza el infierno y el paraíso
Y
tus piernas se doblan como una hoja de papel.
Responde
solo al colapso de lo mental
Con
representación física en un “petite mort”
Esa
vida que no es vida y muerte que no es muerte,
Lo
inmoral de lo moral.
El
infinito, dos líneas paralelas que se cruzan,
Infierno
y paraíso,
Tu
coño y mi pene.
La
vida y la muerte, la “petite mort”.
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