viernes, 25 de octubre de 2013

Petite mort.


Como es inherente el sexo con la vida
Lo es la muerte también, así como da
Placer uno, el otro igual. Entre orgasmos,
Sonrisas, carcajadas, gemidos, gritos.

Así cuando introduzco entre tus piernas,
-En tu coño, donde reposa la vida y la muerte-,
Mis dedos, sedientos de ti, de tus placeres,
De tu vida; así siento que toco el paraíso.

Cuando reposo a la sombra del mango,
Mientras tiro piedras al lago que es tu sudor.
Donde rompen latigazos de mi lengua,
En tu vientre que deja reposar mis suspiros.

Corriendo entre azotes de vergüenza,
Mientras gritas pidiendo que la muerte se haga una con el placer
Y quiebre el equilibro que existe entre ellos y el sexo.
Que el sexo y la vida no se unan, sino que sean uno con la muerte.

Porque entre las rejas del pudor
Tú no eres. Solo consigues ser mientras
Ríes demacrada por los vientos de desespero
Al convertir tu paraíso en un infierno de calenturas.

Mientras caen gotas de sudor desde lo alto
Hasta las montañas voluminosas que yacen en tu pecho.
Rodando entre ellas, como quien se abre camino por un sendero
De arena blanca, mientras el vapor las deshace, ahorcándoles la vida.

Esa unanimidad de placer, vida, muerte;
Esa representación única que rompe en un solo momento,
Justo cuando el éxtasis entrelaza el infierno y el paraíso
Y tus piernas se doblan como una hoja de papel.

Responde solo al colapso de lo mental
Con representación física en un “petite mort”
Esa vida que no es vida y muerte que no es muerte,
Lo inmoral de lo moral.

El infinito, dos líneas paralelas que se cruzan,
Infierno y paraíso,
Tu coño y mi pene.
La vida y la muerte, la “petite mort”.

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